miércoles, 1 de diciembre de 2010

Kirchner desde Chile

La vecindad entre Chile y Argentina ha sido compleja. En tiempos de dictaduras se vivieron enfrentamientos limítrofes que casi culminaron en una guerra fraticida, así como coincidencias oprobiosas con la Operación Cóndor. En los años noventa, hubo notables afinidades económicas y políticas entre Menem y los gobiernos de la Concertación, pero divergencias manifiestas cuando el Presidente Néstor Kirchner asumió el gobierno. Incluso un canciller chileno sufrió incomodidades por haber asociado el peronismo con fascismo. Por otra parte, los chilenos de la elite disfrutan con entusiasmo las calles y teatros de Buenos Aires, pero observan con desdén la política argentina y desconfían del peronismo.

Las diferencias en asuntos económicos se hicieron evidentes con el viraje heterodoxo que impulsó Néstor Kirchner, el que modificó sustancialmente el camino que había adoptado Menem. La nueva política económica y sus énfasis regulatorios molestan a los economistas chilenos, los que despliegan feroces argumentos para demostrar que está condenada al fracaso, lo que resulta paradójico cuando se observa el crecimiento incesante de las inversiones chilenas en Argentina.

Hay que reconocer, con hidalguía, que Néstor Kirchner sentó las bases de la recuperación argentina, después de la debacle económica y social del periodo de Menem. La propia revista The Economist, destacada por su postura liberal, elogió recientemente la política económica de los Kirchner. Es que las cifras son aplastantes: un crecimiento económico que ha promediado un 8% anual desde el 2004 al 2008, con un superávit fiscal primario que no baja del 3% anual y un superávit de la balanza comercial de US$ 10.000 millones cada año desde el 2003 a la fecha y con un record de US$ 92.000 millones de exportaciones en 2008. Así las cosas, la deuda externa se ha reducido desde el 150% del PIB antes de asumir la Administración Kirchner proyectándose que cerrará este año en 44% del PIB.

Por otra parte, la pobreza provocada por las políticas neoliberales de Menem alcanzó el 55% en el 2003 y con los gobiernos de Néstor y Cristina se redujo a 24% en 2008. Al mismo tiempo, el fortalecimiento de la negociación colectiva ha permitido el aumento de la participación de los asalariados en el ingreso desde el 35% en 2003 al 44% en 2008, mientras el desempleo que había alcanzado un 34% en el peor momento de la crisis, se redujo a sólo el 7.5% en 2008.

El ataque del “establishment” chileno a los Kirchner se explica sólo por la obstinación ideológica de sus economistas y el temor exagerado de los empresarios a una política de precios regulados para los alimentos básicos. También al rechazo que les provoca el aumento de las “retenciones” (impuestos) de exportación a la carne, leche, trigo, soja, maíz, sorgo, medidas que apuntan a desvincular los precios internos de los externos, para redireccionar ingresos hacia otros sectores. A pesar de ello el empresario Paulman, que sabe de negocios, sigue ampliando sus actividades en Argentina.

Todas esas medidas, así como el tipo de cambio administrado o la modificación del sistema privado de pensiones, han sido cuestionadas sistemáticamente por los economistas chilenos. Tanto es así que durante la crisis internacional del 2009, proliferaron los anuncios catastrofistas sobre la debacle argentina. Entre ellos el de Sebastián Edwards, quien declaró, sin vacilaciones, que Argentina sería una de las naciones más afectadas por la crisis y que Chile, gracias a sus “buenas políticas”, la enfrentaría con éxito.

Los malos augurios resultaron equivocados. La economía argentina emergió airosa de la crisis del 2009, creciendo al 0,9%, mientras la chilena se contrajo en 1,5% en ese mismo año. Actualmente, Argentina persevera en su ofensiva exportadora, ha resuelto exitosamente su deuda con el FMI y las inversiones extranjeras se mantienen en vigor. Al mismo tiempo, la CEPAL pronostica para el 2010 un crecimiento económico del 7%, uno de los más altos para la región.
En suma, la nueva estrategia económica argentina ha recuperado la actividad productiva y el progreso social, gracias al mejoramiento de la posición negociadora de los trabajadores y a una política económica heterodoxa, que a la fecha ha sido exitosa. Todo esto en un contexto macroeconómico que ha llevado a Standard & Poor´s a elevar la clasificación de riesgo soberano argentina. Los economistas y políticos chilenos debieran entender que ha sido un error mirar a Argentina con sus propios parámetros. Nuestro homenaje al Presidente Kirchner debiera ser, al menos, el reconocimiento a una estrategia de desarrollo que ha mejorado las condiciones económicas y sociales de los hermanos argentinos.

21/09/2010

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