sábado, 11 de diciembre de 2010

Sobrepasar los límites

Tiene razón Jorge Arrate en su columna de El Mostrador. La derecha ha centrado todos sus fuegos en minimizar el gobierno de Michelle Bachelet, para que su estilo y programa se opaquen y adopte el conservadurismo acostumbrado. Con Lagos lo lograron, convirtiéndolo en su regalón. Éste, sin embargo, tuvo la notable inteligencia comunicacional de convertir lo malo en bueno, lo injusto en justo. Tanto es así que el manifiesto incumplimiento del compromiso de “crecimiento con igualdad” no afectó su imagen pública. 

Las operaciones políticas de la derecha y de sus medios de comunicación exigieron orden y represión cuando los estudiantes secundarios, cansados de tanta desigualdad, se movilizaron masivamente en defensa de una educación digna. Michelle, en cambio, reprimió la represión y permitió que la rebeldía estudiantil se desplegara. La protesta juvenil acogió el planteamiento que la Presidenta le había hecho al país como candidata: los ciudadanos tienen derecho a reivindicar directamente sus intereses y no sólo a través de los partidos políticos. Y, en definitiva, ello permitió colocar en la agenda nacional el desafío a la desigualdad en la formación de los jóvenes. 

La derecha y los empresarios hicieron sus mejores esfuerzos por incluir la denominada flexibilidad laboral en la reforma al código del trabajo, en la esperanza de mejorar sus posiciones competitivas a costa de los obreros. Al final se impuso la razón y no se concretaron las exigencias de la minoría nacional. De la misma manera, el gobierno Bachelet favoreció la discusión para reformar un sistema previsional profundamente injusto. 

No estoy de acuerdo con las recomendaciones de la Comisión Marcel, pero no puedo dejar de reconocer que la discusión nacional sobre el tema representa un avance. Es que la Concertación tampoco empuja más y no ayuda el que algunos de sus militantes, ex ministros y ex superintendentes de la regulación del negocio, se hayan convertidos en empleados bien pagados de las AFP. 

Pero, además, para desafiar el encajonamiento que la derecha quiere imponerle al gobierno es fundamental modificar la atadura del superávit fiscal, que impide utilizar los recursos que acumula el precio del cobre. Sin plata no se terminará con la indignidad de las casetas de doce metros cuadrados, ni se podrá apoyar de verdad a los pequeños empresarios, ni tampoco mejorará la educación infantil, primaria y secundaria. Sin una inversión sustantiva será imposible formar masivamente a posgraduados en Chile y en universidades en el exterior; y, en realidad, resulta ridículo aumentar las becas del Mideplan sólo desde 120 a 210 cuando nadamos en dólares, que además se gastarían en el exterior. Y tampoco podremos enviar a estudiar jóvenes a China, Australia, India, Irlanda y a otros países emergentes, exigencia perentoria de la globalización. Y la discusión sobre la “economía del conocimiento” es pura demagogia si no enviamos a nuestros mejores científicos a trabajar e investigar en los principales centros tecnológicos del mundo. Todo ello obliga a invertir y fuerte. Y cuatro años de gobierno es muy poco. 

La regla del superávit fiscal sólo le sirve a los grandes empresarios y a la derecha para impedir la ampliación de las actividades del Estado y cerrar las puertas a una masiva ampliación de oportunidades a los chilenos. Es, en suma, un enclave neoliberal que impide gobernar. 

La derecha nos quiere encajonar. Es cierto lo que dice Arrate. Pero, hay que reconocer también la responsabilidad del establishment de la Concertación, que por temor o convicción, ha renunciado a sobrepasar los límites impuestos por la derecha. 

Así las cosas, será muy difícil impulsar los cambios económicos y sociales que demanda la ciudadanía. 

08-08-06

No hay comentarios:

Publicar un comentario