domingo, 5 de diciembre de 2010

SE AGOTO LA ESTRATEGIA ECONOMICA

La economía disminuyó notablemente su ritmo de crecimiento a partir de 1998, con una tasa media inferior al 3% mientras que en el período 1984-1997 bordeaba el 7%. El desempleo que no superaba el 6% ahora bordea el 10%. Las quiebras masivas de los pequeños establecimientos no se observaban en el ciclo expansivo. Ésto se explica sólo en parte por una política económica conservadora, aferrada al fundamentalismo neoliberal, pero principalmente existen razones estructurales que limitan el crecimiento y empleo. Lo que hay, en verdad, es un agotamiento de la estrategia de desarrollo que guió al país en las últimas décadas. 

El gobierno, el Banco Central, los grandes empresarios y los economistas neoliberales no quieren reconocer el agotamiento de la estrategia vigente, aunque ésta haga agua por los cuatro costados. Muestra de conservadurismo, pero también de confusión. Sólo ello explica que el Ministro Eyzaguirre se haya equivocado sistemáticamente en sus anuncios de crecimiento y empleo, arrastrando con sus pronósticos al propio Presidente de la República. Después de tantos anuncios equivocados, el gobierno al fin encontró un culpable: la falta de dinamismo de las economías industrializadas y el descalabro de las economías vecinales. Resulta paradójico, sin embargo, que la propia apertura externa, tan alabada por el gobierno, sea identificada ahora como su principal vulnerabilidad. 

Los empresarios, también confundidos y sobrepolitizados sostienen majaderamente que la disminución del ritmo de crecimiento se debe a la rigidez en el mercado de trabajo y a los excesivos impuestos. A su turno, el Presidente del Banco Central, hace algunos meses atrás se manifestó preocupado cuando algunos economistas se atrevieron a señalar razones estructurales para explicar el escaso crecimiento y empleo: dijo que era peligroso políticamente, pues podía llevarnos a los mismos enfrentamientos de fines de los años sesenta. 

El ciclo expansivo 1984-1997 se basó en la economía de mercado, pero muy apoyada con subsidios estatales, en el sector forestal, la pesca, frutas, vino y con un sector cuprífero privado que casi no paga impuestos. El Estado fue muy generoso con los empresarios pero muy avaro con los trabajadores, ya que sólo fue riguroso con la disciplina fiscal en la salud, la educación y la previsión social. Con tal dinamismo, pero con mala distribución del patrimonio y los ingresos, los grandes empresarios acumularon grandes fortunas. Por primera vez, empresarios chilenos como Luksic, Angelini y Matte, comenzaron a aparecer en los rankings de los hombres más ricos de América Latina. Así lo destacan las revistas Forbes y Fortune. 

¿ Qué pasó, entonces? ¿Porqué a partir de 1998 ya no tenemos el mismo dinamismo?

La explotación y exportación de recursos naturales, sin mayores avances hacia el procesamiento de los mismos, encontró limitaciones en los mercados internacionales. Los éxitos de la fruta y los vinos chilenos se enfrentan hoy día con nuevos exportadores que provienen de variadas latitudes, en particular de los propios vecinos así como de países del Pacífico y del este de Europa. 

Las exportaciones de salmón han entrado en fuerte competencia con algunos países nórdicos que además nos acusan de un mal manejo productivo y de mercado. El cobre se ve enfrentado a largo plazo a la sustitución por los nuevos materiales, entre otros la fibra óptica, aunque también por los vaivenes de la coyuntura en los países industrializados. Las plantaciones forestales reciben la persistente acusación de destrucción del bosque nativo por parte de las organizaciones medioambientalistas y de los propios gobienos de países desarrollados. 

En suma, más allá de situaciones de coyuntura, existe una tendencia a la caída de los precios internacionales de los principales productos de exportación de Chile. Bajo tales condiciones, los empresarios han hecho esfuerzos tecnológicos y mejoramientos de productividad para recuperar tasas de rentabilidad. La consecuencia de ello ha sido una sistemática disminución de la mano de obra en relación al capital invertido, lo que ha generado desempleo. A ello se agrega el desafío de sustentabilidad que significa el agotamiento de la biomasa pesquera así como de las fuentes mineras, la degradación del bosque nativo y el uso indiscriminado de pesticidas.

La banca, en un marco de decidida apertura de la economía chilena, se ha concentrado aceleradamente. Así, se observa en los últimos años una agresiva compra de bancos tanto por el capital nacional como del internacional, en particular el español. 

La consecuencia natural del proceso de concentración de la banca, con escasas regulaciones han sido tres. En primer lugar, un control oligopólico del mercado que les ha permitido altas ganancias. En segundo lugar, la no trasmisión de las reducciones de la baja de la tasa orgánica del Banco Central hacia las Mipymes, lo que ha golpeado duramente tanto a los pequeños empresarios, fuente principal del empleo en Chile. En tercer lugar, la compactación de los bancos ha generado un alto desempleo en los trabajadores del propio sector financiero. 

En el sector servicios, principalmente telecomunicaciones y energía, los empresarios nacionales, gracias a las privatizaciones y altas ganancias derivadas de las escasas regulaciones hicieron una gran acumulación. Cuando detectaron la atenuación del ritmo de crecimiento económico y un mayor grado de regulación, que les impedía continuar con sus ganancias extraordinarias, optaron por vender sus activos a capitales españoles. A diferencia de los capitalistas nacionales, las empresas españolas, que marginan utilidades a nivel internacional, basan su desarrollo en la masa general de ganancias que generan sus sucursales en toda América Latina y en muchas otras latitudes del mundo. 

Así las cosas, la preocupación en torno al desarrollo y a una adecuada estrategia para enfrentarlo resulta fundamental. Todo indica que aunque se recupere el crecimiento- y todos los economistas están diciendo que ya no se volverá a las tasas del 7%- el desempleo persistira, a niveles cercanos al 10%. De hecho, luego de la caída del PIB en 1999 su recuperación al 5,4% en el 2000 no se tradujo en la creación nuevos de los empleos sino que en una pérdida de los mismos, hecho muy criticado al culminar el primer año Presidente Lagos. 

Por otra parte, como la banca, los servicios y los sectores de producción-exportación tradicionales han acelerado su concentración y están incorporando mejoras tecnológicas para ser más competitivas y aumentar sus ganancias, escasamente se puede esperar de esos sectores una mayor oferta de empleos. 

Finalmente, con bajas tasas de crecimiento del conjunto de la economía, los pequeños empresarios no reciben ningún derrame y se ven condenados a la quiebra, sobre todo cuando el propio Banco del Estado no ayuda con una política crediticia que los favorezca ni se les entrega un apoyo masivo que los proteja y promueva.

En suma, si no se modifica la estrategia económica vigente, el bajo crecimiento y el alto desempleo persistirán. Si, por el contrario, el gobierno hace un viraje, impulsando nuevas actividades de transformación y de servicios para recuperar la actividad y el empleo, el futuro de Chile puede ser auspicioso. Esto debe complementarse con un Estado que oriente el desarrollo y una política económica verdaderamente activa, terminando así con el ideologismo de la neutralidad del mercado. 

Ello debiera favorecer también a los pequeños empresarios mediante políticas de crédito y fomento que terminen con la expoliación que sufren por parte de la banca. Bajo tales condiciones el empleo y el ánimo de los trabajadores se recuperará. Tal giro estratégico requiere voluntad política, decisión y coraje. 

13-08-02

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