miércoles, 22 de diciembre de 2010

La historia no basta

Al término del régimen militar, y durante los dos primeros años de gobierno de la Concertación, Chile recuperó los tradicionales vínculos con sus vecinos. Pero muy rápidamente adoptó la decisión de priorizar relaciones con el norte desarrollado y promover negocios con la potente economía asiática. Se inició así un nuevo camino, no exento de controversias, que lo ha colocado al margen de América Latina. Hoy día, con el gobierno de Piñera se profundizará el aislamiento de nuestro país en su entorno regional, habida cuenta del desconocimiento de la derecha sobre asuntos internacionales y de sus marcadas diferencias ideológicas con los socios vecinales.

En su reciente visita a Lima, el Presidente Correa recibió atenciones nunca ofrecidas antes a un mandatario ecuatoriano. Allí quedó sellada la nueva relación de hermandad entre vecinos que se habían distanciado por décadas a consecuencia del conflicto militar de comienzos de los años cuarenta.

Tan amistosa fue la visita, que el Presidente del Perú valoró sin reservas la revolución ciudadana del Presidente Correa, mientras éste anunciaba que sus embajadas representarán a Perú dónde no exista delegación diplomática de Alan García. Bueno para ambos países, pero preocupante para Chile, cuyos límites marítimos han sido cuestionados por Perú en la Corte Internacional de la Haya.

Chile dio por garantizado que los tradicionales vínculos militares, políticos y culturales e incluso familiares bastaban para asegurar una fluida relación con Ecuador. No se veía necesaria mayor preocupación, habida cuenta de las tensiones permanentes entre Perú y Ecuador. Sin embargo, ello resultaba insuficiente por una doble razón.

Con el Presidente Correa se inauguraba una nueva concepción económica y política, muy distinta a la chilena y, por otra parte, nuestro gobierno nunca impulsó un programa efectivo de apoyo y colaboración sistemático para favorecer el desarrollo de Ecuador.

Correa se ha inscrito en una línea de resistencia al neoliberalismo y a la política norteamericana en la región, mientras Chile se había convertido en el paradigma del Consenso de Washington y en el promotor del ALCA en el hemisferio sur. No sólo ahora, con el gobierno de Piñera, sido desde antes estas diferencias
resultaban incómodas y eran manifiestas en los foros regionales y en reuniones bilaterales.

Aunque ningún país vecino le pide a Chile modificar sus fundamentos económicos o políticos, a la diplomacia chilena le ha faltado delicadeza para reconocer y aceptar la diversidad en Sudamérica. Su distanciamiento de la CAF y el rechazo al banco del Sur han sido las expresiones más evidentes de su compromiso con las políticas del norte y de su molestia con las iniciativas integracionistas sudamericanas.

Por otra parte, nuestro país ha actuado retóricamente ante las urgencias económicas de Ecuador. Muchas declaraciones y programas que jamás se expresaron en acciones efectivas y contundentes. Escasa generosidad del país “más exitoso” de la región frente a su aliado estratégico.

Baste comparar con lo que ha hecho Perú, después de sellada la paz con Ecuador. Un plan de cooperación de cientos de millones de dólares en diversos ámbitos que, además, aprovecha la buena voluntad de países de Europa y organismos internacionales. La inteligencia con la que ha actuado el gobierno peruano contrasta con la torpeza de la cancillería chilena.

Junio, 2010.

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