Dos precandidatas mujeres a la presidencia marcan diferencia. En una sociedad tan conservadora, el liderazgo femenino representa un salto cultural de envergadura. Esto nos gusta y enorgullece, pero es insuficiente. Michelle y Soledad pueden hacer efectiva la diferencia frente a la derecha, y a los propios gobiernos de la Concertación, con una propuesta capaz de atacar las desigualdades y vulnerabilidades en que viven los chilenos. Este es el drama de Chile y no resiste dilación.
Soledad asumió como Ministra de Relaciones Exteriores, después de un exitoso desempeño en Justicia, donde gracias a su empeño se impulsó la reforma procesal penal. No era fácil ser Canciller cuando las relaciones entre los países hoy día se encuentran tan determinadas por temas económicos, cuando priman una serie de cuestiones técnicas que son complejas incluso para economistas.
El desafío que se colocó Soledad recibió la mirada desconfiada de los funcionarios de la Cancillería y la escasa colaboración de un Subsecretario que se consideraba con mejor derecho a ese cargo. Sin embargo, no pudieron doblegarla frente a su perseverancia y capacidad de trabajo. Independiente de los puntos de vista que uno tenga sobre la política exterior del gobierno es indiscutible que Soledad Alvear se sobrepuso a todos aquellos que colocaban en duda su liderazgo en la Cancillería.
Michelle nos sorprende todos los días con el reconocimiento que le tributan chilenas y chilenos. La ciudadanía parece simbolizar en ella el reencuentro entre civiles y militares. Es la mujer sencilla, que sufrió la muerte de su padre, la cárcel y el exilio durante la dictadura y que, sin embargo, se sintió con el deber de deponer sus dolores personales en favor de los intereses del país.
Michelle ha seguido los pasos de su padre. Sabe mandar y lo hace bien. Lo hizo en el Ministerio de Salud, sobre civiles, en un lugar que nunca ha resultado fácil para la autoridad; y, luego, sobre militares, dónde abundan complejidades y sensibilidades. En ambos ministerios desplegó conocimientos y talento político. Michelle no necesita probar su liderazgo, como dicen algunos frescos para sacarla del medio.
El pueblo quiere ver juntas a Michelle y a Soledad, cualquiera de ellas gane las primarias. Pero hay que estar atentos para que los políticos tradicionales no las dividan, pase lo que pase en las municipales, porque ellas se potencian mutuamente. Es lo que quieren los chilenos y especialmente las mujeres. Hay que estar atentos también por si alguna cúpula intenta bajarlas, como se hizo con Trivelli para la alcaldía de Santiago. Si ello sucede, el escándalo se consumaría.
Pero, ¿ dos buenas candidatas para hacer qué? Los fácticos ya han comenzado a operar. El Mercurio, no se sabe si de mutuo propio, o por sugerencia de alguien, le colgó a Michelle a tres economistas residentes en Estados Unidos para Hacienda. Se trata de los mismos de siempre. Los que responden a los grandes empresarios antes que a los humildes. Economistas especializados en promover las desigualdades. Para seguir en la misma no vale la pena desperdiciar a estas dos magníficas mujeres.
Ser candidata presidencial mujer entrega una buena señal al país. Pero, lo que puede hacer efectiva la diferencia con la derecha, y con los gobiernos de la Concertación, es la voluntad política de impulsar un programa que apunte decididamente a reducir las desigualdades y vulnerabilidades que agobian a la clase media y a los pobres. Este es el verdadero desafío para estas dos mujeres.
05-10-04
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