miércoles, 8 de diciembre de 2010

Michelle y los Otros


La perplejidad recorre las cúpulas de todos los partidos políticos frente a la fuerza incontrarrestable de Michelle Bachelet. La encuesta del CEP es demasiado contundente. Ahora, Joaquín Lavín pide por favor que le den la oportunidad de dirigir el país, después de su magro 22%. Las ojeras de Piñera revelan que no duerme inventando soluciones para todos los problemas y, sin embargo, sus esfuerzos y abundante publicidad lo dejan en apenas en un 14%. Tomás Hirsch golpea fuerte al neoliberalismo de la Concertación, pero el 2% lo deja lejos de la votación que obtuvo el Juntos Podemos en las municipales. Mientras sus oponentes tiran combos al aire, la candidata conversa con Rodriguez Zapatero. 

El 63% de los chilenos cree que Lavín no dice lo que piensa, sino lo que la gente quiere oír. No le creen que reducirá las desigualdades. Es que fueron los jóvenes gremialistas, incluido el mismo Lavín, los que llevaron al extremo las desigualdades con las ISAPRES, las AFP, el deterioro de la educación pública, el debilitamiento de los sindicatos y la oscura transferencia de las empresas del Estado en favor de ellos y sus amigos. Convertidos en UDI, los jóvenes de entonces tuvieron éxito en disputar a la izquierda la representación de los pobres. Jaime Guzmán, ideólogo del régimen militar, usó sus influencias para nominar a la mayoría de sus acólitos como alcaldes designados en comunas populares, los que posteriormente se convertirían en diputados. 

Por otra parte, la escasa voluntad de los gobiernos de la Concertación por modificar las políticas neoliberales junto al deterioro económico de los dos últimos años del gobierno de Frei, colocaron en dificultades al candidato de la Concertación, en 1999. 

Así las cosas, la mitad de la ciudadanía votó por la derecha, creyendo que era el candidato del cambio, olvidándose que ésta había construido el paraíso de las desigualdades. Al final, el aporte del electorado comunista le permitió a Lagos, en segunda vuelta, ser Presidente de Chile. 

Hoy día, sin embargo, Lavín ya no tiene el mismo atractivo de 1999. Dejó de ser el “candidato del cambio”. Los intentos de separarse de los robos y crímenes de Pinochet no le han dado resultados, el “ahora te toca a ti” en una economía en crecimiento resulta poco convincente y la autoproclamada candidatura de Longueira para el 2009 anunció su derrota. 

Sebastián Piñera es un hombre de talento, pero sólo gusta a los ejecutivos, a los ABC1. Apabulla con su elocuencia, pero asusta a la gente común. Nos recuerda a los personajes de La Hoguera de las Vanidades, novela que describe de forma contundente el ambiente yuppie, de esos jóvenes profesionales dispuestos a todo por poder y dinero. 

Piñera está lejos de la bonhomía de Aguirre Cerda, de la sobriedad de Jorge Alessandri, del reconocimiento popular de Frei Montalva o Allende. Parece un buen candidato para el mercado electoral norteamericano pero no para la sociedad chilena. 

Es difícil comprender las razones que llevaron a los comunistas a levantar la candidatura de Tomás Hirsch. Buen crítico del neoliberalismo, asertivo y buen polemista; pero, parece un pituco allegado a la izquierda antes que un representante de la oposición al modelo imperante. No da la impresión de ser el candidato de la tradición y cultura popular, como parecían serlo el cura Pizarro y, por cierto, Gladys Marín. 

Michelle, en cambio, tiene ángel y suerte. Ser “una gordita simpática” es su gran atractivo y no su carencia, como lo cree el Alcalde de Las Condes. Su suerte fue haber transitado en el momento preciso desde el Ministerio de Salud a Defensa, evitándole discusiones difíciles en torno a la aprobación de un AUGE, que convence a muy pocos. 

Dirigir militares, manejar tanques y pilotear aviones, mostró a la candidata con energías suficientes para encabezar uno de los ministerios más difíciles durante la transición. No buscó ser candidata sino que se encontró con una demanda ineludible. Los chilenos y chilenas parecen reconocerse en ella. Es que la Bachelet no es Lagos, dice la derecha. Y porqué tendría que ser Lagos, cuando lo que desean los chilenos hoy día es un verdadero cambio. Y éste lo ven en una mujer, en los afectos que su imagen proyecta. En ella parecen encontrar una suerte de protección frente a una economía de mercado que los ha dejado en condiciones de indefensión. 

Michelle es buena candidata. Ojalá sea mejor Presidenta. 

19-07-05

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