miércoles, 8 de diciembre de 2010

PIÑERA: DURO DE MATAR

Cuando en el año 1992 el empresario Ricardo Claro hizo funcionar la grabadora, en un programa periodístico del Canal de Televisión de su propiedad, quedó de manifiesto que los poderes fácticos mandaban en Chile y que además no tenían escrúpulos en refregárselo a la ciudadanía. En esa oportunidad el dueño del Canal 9, despreciando la profesión periodística, y en una oscura operación con agentes de la inteligencia militar, dio a conocer las conversaciones telefónicas privadas de Sebastián Piñera para descalificarlo y así eliminar del sistema político al representante más lúcido de la derecha democrática chilena. Era la primera operación abierta de los fácticos con la UDI. No se sabía todavía que Piñera era un duro de matar. 

Los dirigentes de la UDI, inspirados en el fundamentalismo de Jaime Guzmán se acostumbraron a mandar. Pero no bastó con ello. Fue necesario además contar con los fusiles de Pinochet y el poder económico de los empresarios, que han ayudado a reproducir. Así consolidaron su presencia política en el país. A diferencia de Allamand y Piñera, nunca quisieron la democracia. Cómo la desprecian y en ella se saben perdedores inventaron la Constitución del 80. Guzmán la redactó, quedando allí plasmada su concepción oligárquica y autoritaria, incluido el poder de los fácticos. ¡Y vaya que les ha servido a sus discípulos!. 

Esos jóvenes del barrio alto, educados desde chicos en la soberbia, sirviéndose de algún lumpen que les permita aparecer como partido popular, han usufructuado hasta hartarse de la Constitución del 80. Gracias a ella han potenciado su minoría, limitando la potestad política y económica gubernamental; han impuesto su ideología, gracias a poderosos medios de comunicación y universidades que les sirven; y, han trabajado estrechamente aliados a los grandes empresarios. 

Lamentablemente, la Concertación les ha facilitado la tarea. En primer lugar, porque ésta y el Gobierno asumieron con entusiasmo la misma estrategia económica de la derecha y han sido incapaces de desafiar su poder comunicacional. En segundo lugar, porque gracias al manejo burocrático de los partidos de la Concertación es que la UDI ha adquirido presencia en algunos barrios populares. Finalmente, la escasa perseverancia gubernamental y parlamentaria en la lucha por modificar la Constitución del 80 ha facilitado el trabajo de la derecha y dificultado el de la Concertación. 

Las concepciones económicas, políticas y culturales de la derecha autoritaria, anclada en la UDI, pero que alcanza a sectores de Renovación Nacional, se pueden discutir en un libre juego democrático. Es lo que la mayoría ciudadana anhela. Sin embargo, lo que resulta inaceptable, son esos métodos inescrupulosos que esa derecha utiliza para liquidar a los que no piensan como ella. A Piñera y Allamand les han caído encima lo peor de las acciones conspirativas. Pero, por suerte, Piñera es un duro de matar. Después del “affaire Claro” siguió adelante. Lo sacaron de la competencia con Arancibia en la senaturía por Valparaiso pero, contra viento y marea, persistió en consolidar su fuerza y el intento de revivir una derecha liberal. 

Ahora, el risueño Lavín mostró sus garras en el affaire de la “ testigo secreta”, traicionando a Andrés Allamand, quien le había brindado un generoso apoyo en su carrera presidencial. 

Descubierta la maniobra, la testigo se retractó y reconoció haber sido utilizada. Ahora, los discípulos de Guzmán golpean al bulto. En vez de aclarar los hechos, argumentan que el culpable es Piñera, que con él no se puede trabajar, que no hay un proyecto en común. Esto último es lo único cierto. No hay un proyecto común entre Piñera y la derecha antidemocrática. No existe nada de aquello que pide, con desesperación, el diario La Segunda (editorial del 3 de marzo): “cooperación, generosidad recíproca y lealtad entre los partidos de centro-derecha”. Piñera lo sabe y por eso se defiende como gato de espaldas contra los embates de la UDI y los poderes fácticos. Su fuerza y perseverancia son destacables. Ello es lo que le ha permitido resistir hasta ahora. 

Piñera es un duro de matar. Esa dureza de Piñera nos ayuda a todos, a todos los que creemos en esa democracia que todavía hay que construir. 

08-03-04

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