martes, 25 de enero de 2011

Golborne candidato

La derecha siempre se muestra débil a la hora de levantar candidaturas presidenciales. Es que necesita los votos de una mayoría, pero su mundo social y cultural es estrecho. Alcanza apenas para las páginas sociales de El Mercurio. Sus representantes más destacados son hombres de negocios o que trabajan para éstos. Hay algunos más, que dedican sus energías a defender valores conservadores, propios del siglo XIX, alejados de los desafíos del común de los mortales. Ninguna de esas tres condiciones es atractiva en el momento de las urnas y se requiere mucho más.

Ello explica el afán de la UDI para ser vista como “partido popular” (con éxito, sin duda) y de su ex candidato presidencial Lavín de mostrarse cercano a “los problemas reales de la gente”. Lo mismo Piñera. A la hora de ser candidato, deja de ser empresario para convertirse en “emprendedor”, dirigente del futbol (¡y de Colo-Colo!), accionista “pero muy minoritario” de farmacias, medio-ambientalista, de familia democristiana y hombre de clase media.  La imagen que construye y su incuestionable perseverancia lo llevan, a la presidencia. Por cierto, los veinte años perdidos de la Concertación le facilitaron la tarea.


Pareciera que a la hora de la verdad ser empresario, rico y poderoso, no da dividendos electorales. Hay que ocultarlo. Por lo mismo, el actual ministro Golborne es visto por la derecha y sus medios de comunicación como una carta interesante para la futura campaña presidencial. Se destaca que nació en Maipú, toca guitarra y con hermana comunista y exiliada. Y, por cierto, se repite hasta el cansancio el trabajo que realizó en el salvataje de los 33 mineros, como si fuese tarea popular y no gubernamental. Es la forma de mostrar al hombre cercano a la gente, como lo hizo Lavín en su momento y luego Piñera.


Pero, las campañas comunicacionales no pueden modificar completamente a las personas y lo que representan. Vamos parando el chamullo.


Laurence Golborne fue durante ocho años gerente general de Cencosud, el supermercado de Paulman. En esa tarea se destaca su aporte a los éxitos económicos de la empresa. Pero se oculta su trabajo para reducir costos mediante la aplicación del sistema multirut, que permite la subcontratación para evitar la sindicalización y la negociación colectiva. Del mismo modo, no se habla de su responsabilidad en el mecanismo vergonzoso de “pagar por trabajar” que se aplica a los empaquetadores de esa empresa: $ 500 por turno de 3 horas a cambio de propinas eventuales.


Al mismo tiempo, el actual biministro, como estratega del supermercado, no le puede haber pasado desapercibida la explotación que sufren los pequeños agricultores y otros PYMES que abastecen Cencosud. La fijación monopsónica de precios (simplemente arbitraria) y la larga dilación en los pagos que aplica el supermercado es una espada de Damocles que atenta a la continuidad de la actividad de los pequeños empresarios.


En el caso de Magallanes, Golborne respaldó a Raineri, ministro saliente, en su intentó de eliminar derechos adquiridos a sus habitantes y, sin embargo,  públicamente defendió la confidencialidad de los beneficiosos contratos de venta de gas que la empresa canadiense Methanex consiguió con ENAP. Gracias a la protesta ciudadana y a la paralización de Punta Arenas, el gobierno debió retroceder en el alza del precio al gas. Sin embargo, nuevamente se intenta colocar medallas al actual biministro.


Como gerente general de Cencosur. Golborne ha representado fielmente intereses empresariales y no de los consumidores, la clase media y los trabajadores. Ahora, como hombre de gobierno, su comportamiento en el caso del gas de Magallanes también ha sido proclive a los intereses empresariales en vez de los habitantes de la región. Aunque se persista en el esfuerzo comunicacional para convertirlo en héroe, el candidato Golborne difícilmente podrá ocultar que representa los intereses de sus patrones.



21-01-11



El supermercado no descansa[1]

Chile es un supermercado. Las mercancías adquieren vida propia y la publicidad exige desear y ser deseables. La voluntad se debilita y no hay autonomía para elegir. Si dejas de consumir no existes. Todos somos obedientes, los unos y los otros. Los de arriba, comprando y vendiendo aceleradamente cosas y personas. Los de abajo, vendiendo su trabajo barato y recorriendo el supermercado con una tarjeta de crédito.

Periodistas y comunicadores nos ayudan en televisión. Publicitan en vivo para casas comerciales, farmacias y locales de comida rápida. En los ratos libres, arriendan sus rostros bonitos y cuerpos deseables, a Falabella, Jumbo, Paris y Lider. Nos hipnotizan, es su trabajo, son profesionales, para eso aprendieron. (La mala conciencia se arregla con la Teletón: todos unidos en la caridad publicitaria). Política, deportes y hechos noticiosos mezclados con las mercancías, casi con ingenuidad, por los hacedores de la opinión pública.

Una farándula que arremete y nos domina. Marcas y televisión, casas comerciales y periodistas, entrelazados para ayudarnos a consumir. La misma televisión y los mismos comunicadores en La Dehesa y Lo Hermida, en Las Condes y Pudahuel. Las marcas acosan en los barrios para ricos y la ansiedad se desahoga en el supermercado. Las mismas marcas desafían a los pobladores de los ghettos pobres, pero las aspiraciones de consumo no se satisfacen. Entonces hay que asaltar, hay que drogarse. El supermercado no descansa.




[1] Nota aparecida en Imaginarios Culturales de la Izquierda, 2 de Enero, 2011.

¿Qué pasa con la integración regional?

Las  políticas neoliberales culminaron con un desastre en la mayor parte de los países de América Latina. El ciclo económico recesivo 1998-2002, empujado por la crisis financiera asiática, fue la gota que colmó el vaso: produjo una violenta caída del PIB, con aumento de la pobreza y una ampliación inédita de las desigualdades. Los estados se achicaron y perdieron capacidad de gestión, la nomenclatura política tradicional se extinguió y las burguesías nacionales, con el retroceso sufrido por la industrialización, se debilitaron.

En pocos años emergió un nuevo liderazgo político -con las excepciones de Chile, Perú y Colombia- que ha reemplazado al que durante varias décadas había sido dominante en nuestros países. Aún cuando los gobiernos heterodoxos cuestionan el Consenso de Washington y se manifiestan críticos de las posturas hegemónicas de los EE.UU. en la región, todavía no han construido un proyecto económico manifiestamente alternativo al actualmente dominante.


Sin embargo, y lo que resulta paradójico, es que tampoco estos nuevos gobiernos manifiestan una clara voluntad integracionista. Lula y el gobierno brasileño lideraron, con éxito, el rechazo al ALCA que tanto interesaba a los EE.UU. Pero, al mismo tiempo, Brasil no ha sido capaz de ejercer un efectivo liderazgo para favorecer el proceso de integración regional, a pesar que ha emergido como una potente economía a nivel mundial.


El gobierno de los Kirchner ha concentrado todos sus esfuerzos en resolver los problemas internos heredados del periodo Menem, y con buenos resultados; pero, ha dejado de lado los asuntos de política regional. Correa en Ecuador y Morales en Bolivia se encuentran en situación similar a los Kirchner, pero con la tarea adicional de reformular los sistemas políticos sobre la base de nuevas constituciones, lo que compromete fuertemente sus agendas. Venezuela aparece en iniciativas de doble envergadura, con un Presidente Chávez que despliega un vigoroso activismo para acumular fuerza interna mientras que, por otra parte, intenta afirmar posiciones de liderazgo en Sudamérica, con una retórica que le ha significado varios conflictos con los propios países de la región.


Ni al término de la crisis asiática ni actualmente, con los éxitos económicos del ciclo expansivo 2004-2008, los gobiernos de la región han colocado como prioridad la integración. Más bien, se han producido diferencias preocupantes en los últimos años.


Las disputas comerciales entre Brasil y Argentina y el conflicto por las celulosas entre Argentina y Uruguay colocaron a MERCOSUR en situación difícil. El retiro de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) ha debilitado seriamente a este bloque subregional, mientras el Presidente Chávez se embarca en nuevas iniciativas más políticas que económicas que, como el ALBA, en vez de apuntar a la conformación de un mercado común regional favorecen la dispersión.


Chile, por su parte, desde hace años renunció a la integración regional y ha optado por una apertura comercial sin mediaciones al mundo industrializado. Finalmente, los países del norte de la América Latina se han plegado a los Estados Unidos, con México en el NAFTA y los cinco países de Centroamérica asociados mediante un TLC.


Así las cosas, mientras las exportaciones de los países de la región al mundo crecen vigorosamente, al calor de la demanda de minerales, combustibles y alimentos provenientes de China y la India, el comercio intrarregional  sigue siendo muy modesto.


Al mismo tiempo, la institucionalidad y las medidas de política para avanzar en la integración económica regional se muestran débiles. De la Comunidad Sudamericana de Naciones se ha pasado al UNASUR, con carácter eminentemente político. Ha emergido el ALBA. A la CAF se le ha agregado el Banco del Sur. Se ha conformado el IIRSA pero todavía con escasa efectividad práctica. La ALADI, exitosa en el pasado, ha perdido todo su vigor. Finalmente,  Sudamérica se ha olvidado de México y de Centroamérica mientras que, por otra parte, han aparecido diferencias de estrategia comercial entre la Cuenca del Pacífico de Sudamérica y la Cuenca del Atlántico.


La irrenunciable integración


A pesar de las dificultades que ha tenido la región para integrarse, no sólo en el momento actual sino en sus distintas fases de desarrollo, la unión económica de nuestros países sigue siendo un proyecto irrenunciable. Hoy día más que en el pasado porque los desafíos son mayores. En primer lugar, las particularidades de la actual fase de la globalización hacen más vulnerables nuestras economías frente a los vaivenes de la economía mundial.


En segundo lugar, la emergencia de China y la India como potencias en pleno crecimiento, productoras a bajo costo de manufacturas y servicios, dificultan el posicionamiento competitivo de la región y ello se ha convertido en una presión para continuar exportando recursos naturales. Las nuevas cadenas productivas transnacionales y su reordenamiento a nivel mundial empujan a nuestros países a explotar exclusivamente sus ventajas comparativas geográficas frenando la diversificación del patrón productivo-exportador.


Para salir del subdesarrollo nuestros países no pueden seguir anclados en la producción de bienes primarios y deben diversificarse. Es la única forma sustentable para atacar radicalmente la pobreza y terminar con el empleo precario, lo que exige al mismo tiempo potenciar las pequeñas empresas. Por otra parte, mejorar la productividad, y competir con los países asiáticos exige multiplicar la inversión en ciencia y tecnología y requiere de más recursos en educación pública. Para cumplir con esas tareas la integración es insoslayable
 .

En efecto, con la fuerza conjunta de los talentos de cada uno de los países de la región es que se puede enfrentar los desafíos de la globalización. Pero también ello exige algunos requisitos. En primer lugar, nuestros países deben reconocer y aceptar la diversidad económica y política que recorre la región. En segundo lugar, las economías más potentes tienen la responsabilidad de asumir el liderazgo integracionista, como lo hicieran Alemania y Francia en Europa. En tercer lugar, para hacer integración de verdad hay que ceder soberanía, como sucedió con la Unión Europea, porque sólo así es posible desplegar políticas comunes de beneficio mutuo.  


Finalmente es conveniente señalar que la integración es también una tarea política. Como ha sido evidente en otros periodos históricos, la estabilidad y solidez democrática se encuentran ligadas a lo que sucede en los países vecinos. Los conflictos diplomáticos y las controversias económicas entre países cercanos dificultan este propósito, exaltan el chauvinismo y estimulan los argumentos a favor del armamentismo. Por tanto, la integración regional tiene no sólo una dimensión económica sino también política y diplomática insoslayable. Los nuevos y viejos políticos no pueden renunciar a la integración.



19-01-11





Piñera en guerra con Punta Arenas

                                                                                                    
Punta Arenas, la zona más extrema al sur de Chile, se encuentra paralizada. Toda la ciudadanía y políticos de diversos signos rechazan la reducción del subsidio al gas y el aumento de su precio en 17%, que en la práctica significa una elevación general en el costo de vida de sus habitantes. Tres ministros promueven y apoyan al Presidente Piñera en la tarea de terminar con el beneficio que favorece a la población de la zona: Rainieri, Golborne y Katz.


Esos tres mosqueteros se han colocado al frente de la guerra contra los habitantes de Punta Arenas. Cortados por la misma tijera, firmes partidarios de la vulgata neoliberal, aprendida en la Universidad Católica, consideran inaceptable que se vulnere “la neutralidad del mercado” en las decisiones económicas. Todos para uno y uno para todos rechazan rotundamente la existencia del subsidio al gas que impera desde largas décadas en la región más extrema de Chile.  Es una mala causa la que los une, a diferencia de los héroes de Dumas.


Hace 30 años, los padrinos intelectuales de esos tres ministros instalaron el modelo económico que nos rige y la Constitución que lo respalda. Su lógica es la primacía de la economía sobre la política. Así se evita que la ciudadanía diga la última palabra en las decisiones que le competen. La asignación de recursos y la repartición de los ingresos la realiza exclusivamente el mercado, sin mediaciones y sin excepciones. Ello evita que intervenga la democracia en las decisiones, pasando la política a un segundo plano. La visión instalada es que privilegiar una determinada región por sobre las decisiones del mercado constituye una distorsión inaceptable a la buena economía.


Así las cosas, se construyó una política pública que empobreció y debilitó a las regiones extremas, como Arica en el norte y Punta Arenas en el sur, las que habían mostrado antes de los años ochenta un notable progreso gracias a una política industrial deliberada, subsidios específicos y liberalización arancelaria.  El aislamiento y ubicación estratégica de Punta Arenas justifica plenamente beneficios especiales. Lamentablemente, todo eso se ha perdido con la “política económica de la neutralidad” y luego, los veinte años de la Concertación no ayudaron a revertir esa situación.


El subsidio al gas es el raspado de la olla que queda. Muy apreciado en la región y por variadas razones. El frío polar y los vientos arrolladores obligan a permanecer en los hogares por largas horas del día y ello exige un elevado consumo de gas. Al mismo tiempo, los precios y tarifas de la movilización, la electricidad, la escuela, los hospitales, la empresa privada y la actividad pública se encuentran muy determinados por el costo del gas. Por ello resulta un absurdo eliminar el subsidio y aumentar el precio del gas sin delicadeza alguna. Si esta postura se impusiera los costos sociales para la región serían elevadísimos.


Por otra parte, vale la pena anotar que sucesivas generaciones de Punta Arenas entregaron a todos los chilenos un sustantivo aporte que no ha sido suficientemente valorado. Fue su trabajo e inteligencia la que permitió la explotación del petróleo y el gas, que beneficiaron a todo nuestro país. Por tanto, resulta injusto que ahora, por la ineficiencia e insensibilidad de ciertos tecnócratas, se revierta un activo incorporado a la matriz cultural de la ciudadanía de la región.


Los ministros de Piñera, que intentan eliminar derechos adquiridos a los habitantes de Punta Arenas, y que conocen muy bien los Estados Unidos, debieran saber que en Alaska, zona extrema y fría de ese país, sus habitantes reciben subsidios generosos. Éste incluye, entre otros, un ingreso básico garantizado que cada año se entrega a los residentes en Alaska, de cualquier origen, raza, sexo o edad, por los beneficios de los royalties que se cobra a los recursos naturales, entre ellos el petróleo y el gas.


Mala decisión la que ha adoptado Piñera y sus ministros. Equivocada desde el punto de vista social y económico. Delicada en lo político porque es mala señal para la  regionalización del país. Errónea en lo estratégico, ya que Argentina ha mostrado un notable progreso en las zonas limítrofes. La guerra de Piñera contra Punta Arenas es pérdida para el gobierno y para el país.



12-01-11

Privatización del agua

Al Presidente Piñera le resulta fácil gobernar. La Concertación ha sido su principal ayuda. Frente a la decisión gubernamental de privatizar el 35% de propiedad estatal de las empresas sanitarias el escándalo opositor lo favorece en vez de debilitarlo. Porque la privatización del 65% de las acciones de esas mismas empresas se hizo efectiva durante el gobierno del Presidente Frei, lo que pone en cuestión la credibilidad de los críticos.

La historia continuó con el gobierno del Presidente Lagos. En el 2003 se abrió camino a la privatización completa de las sanitarias, al eliminarse en el Parlamento la obligación legal que el sector público mantenía con el restante 35%. En ese momento se sostuvo el argumento que los recursos de la venta de esos activos asegurarían objetivos sociales prioritarios, entre los que se destacaba atender la pobreza extrema mediante el Chile Solidario.  Ahora, Lagos esgrime un argumento distinto: era una exigencia de la Unión Europea para poder suscribir el TLC. De mal en peor, ya que si la propiedad de los recursos naturales de nuestro país era condición para ese acuerdo comercial más valdría no haberlo firmado.

La controversia provocada por la iniciativa de Piñera se parece a la que se produjo algunos meses atrás en torno al aumento del impuesto específico (royalty) a las empresas cupríferas a cambio de una extensión a la invariabilidad tributaria. También parlamentarios de la Concertación en esa oportunidad cuestionaron la invariabilidad tributaria, a pesar que el mecanismo había sido inventado y materializado por iniciativa del gobierno Lagos. Al final de cuentas los parlamentarios de la Concertación aprobaron la extensión de la invariabilidad tributaria a favor de las empresas del cobre.


Al igual que en el caso del royalty, el discurso actual de la Concertación se encuentra atrapado en los errores del pasado. En gran parte, el deterioro político del actual bloque opositor obedece a su falta de consistencia entre lo que hizo cuando era gobierno y su actual comportamiento. Así las cosas, la derecha ha visto facilitado su camino, continuando la tarea privatizadora que impulsó el gobierno cívico-militar y que es componente de su doctrina.  


Pero los tiempos han cambiado. El modelo económico y las privatizaciones, aceptado dócilmente durante los 20 años de Concertación, encuentran críticos crecientes y hace agua en el caso de las sanitarias. La sociedad civil, varios países en la región y la misma Naciones Unidas reivindican el acceso a las aguas como un derecho humano inalienable por sobre cualquier interés comercial. Así lo consigna la Resolución de la Asamblea General del 28-07-10, promovida por el gobierno boliviano, mientras Argentina recuperó las sanitarias para el sector público. Ello es relevante en momentos que la humanidad acrecienta su preocupación por el calentamiento global, cuando las aguas se convierten en un recurso estratégico que obliga a los estados a su administración como bien público y para aprovechamiento público.

En Chile, hasta ahora, la lógica es otra.  La Constitución de 1980 y el Código de Aguas establecen que las aguas son un bien público de aprovechamiento privado. Para revertir esta situación, se requeriría una reforma legislativa y nuevas políticas públicas sobre las aguas para privilegiar las necesidades de la población por sobre los intereses de las empresas. En consecuencia, hay que apuntar a resguardar el derecho al agua como un recurso básico para la vida, en vez de promover su mercantilización y privatización.


26-12-10