Los resultados de la última encuesta Casen han desatado una guerra frontal. El aumento de la pobreza desde el 13,7% a 15,1% ha servido al gobierno para acusar a la Presidenta Bachelet de ineficiencia en el gasto social y mala focalización. En cambio, la Concertación y el ex Ministro Velasco responsabilizan a la crisis económica de 2009 del aumento de la pobreza.
Esta polémica confunde a la ciudadanía y revela incoherencias. En efecto, en los últimos veinte años la derecha sostuvo que la reducción de la pobreza se explicaba exclusivamente por el crecimiento económico, y ahora que los resultados de la Casen son negativos le atribuye responsabilidad a la política social, en particular a la mala focalización del gasto durante el gobierno de Bachelet.
La Concertación, que se había atrincherado en la focalización social, ahora que ésta aumenta, convierte a la caída del crecimiento del año 2009 en el responsable principal. En este asunto, como en el caso del royalty, la inconsecuencia de los políticos ha quedado de manifiesto.
Es cierto que el crecimiento ayuda a disminuir la pobreza. Pero, no cualquier tipo de crecimiento. Es preciso que éste sea capaz de generar empleos, decentes y estables, que garanticen ingresos a mediano plazo. Ello exige que la estructura productiva trascienda el ámbito de las materias primas y apunte a actividades de transformación, con mayor valor agregado. Al mismo tiempo, el crecimiento debe colocar en su centro a las micro, pequeñas y medianas empresas, puesto que en ellas radica la fuente más vigorosa de generación de empleos.
Lamentablemente, quienes hace años proponemos modificaciones a la estructura productiva y colocamos énfasis en las pequeñas empresas no hemos sido escuchados. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato. Así las cosas, persistirá un desempleo estructural aún cuando crezca la economía, y la pobreza no se podrá erradicar. El término de la pobreza para el 2014, que declara Piñera, constituye un buen deseo, pero está muy lejos de la realidad.
Por otra parte, la focalización social, es también responsable de la persistencia de la pobreza. En efecto, la focalización intenta responder con modestos recursos públicos las urgencias básicas de sectores de extrema pobreza. Pero, como la base del modelo económico se funda en una política fiscal restrictiva, que reduce las tasas impositivas a las grandes empresas, la disponibilidad de recursos para la focalización social resulta insuficiente y su consecuencia son servicios de salud y educación precarios para los pobres.
Al mismo tiempo, los sectores medios quedan al margen de la focalización y por tanto no cuentan con acceso alguno a la protección social y deben apelar a los servicios que ofrece el mercado, en condiciones de manifiesta vulnerabilidad.
Así las cosas, la focalización de los recursos públicos, concepto propio del Estado subsidiario, ha caracterizado el accionar de la política social en los últimos treinta años. Se trata de una concepción que privilegia la eficiencia fiscal pero que deja de lado la protección integral que requieren los ciudadanos para participar en la vida en condiciones de igualdad. En mi opinión, el asunto no radica en la mayor o menor eficiencia de la focalización. El problema es la propia focalización.
En consecuencia, el dilema entre crecimiento y focalización resulta inconducente. En realidad, para reducir efectivamente la pobreza y terminar con la vulnerabilidad de las capas medias resulta fundamental impulsar un modelo productivo que privilegie los procesos de transformación y favorezca a las pequeñas empresas.
Al mismo tiempo, hay que terminar con la focalización y recuperar el principio de la universalidad en la política social, con ofertas sociales integradoras y de la misma calidad para los distintos sectores de la sociedad chilena. Ello exige un Estado distinto, más potente y eficiente, en que los sectores acomodados entreguen mayores recursos para la protección social de los vulnerables y desamparados.
15-07-10
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