sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Y los civiles…?


Agustín Edwards publicó la “carta personal” que le envió el Presidente Lagos porque probablemente no pudo resistir que éste impugnara a pedir perdón a los civiles vinculados a la dictadura a pedir perdón.

El dueño de El Mercurio no aceptó este llamado de atención que le toca tan personalmente, trasparentando una relación con Ricardo Lagos que, según revela la carta, ha sido bastante fluida. El llamado a la autocrítica a los civiles golpistas quedó en la nada gracias a la operación comunicacional de Edwards, facilitada por esa carta, tan mala en la forma y fondo. Así, pasó al olvido el asunto principal: los civiles golpistas.


Ha sido difícil el reencuentro entre civiles y militares. Es natural que así haya sido. Hay muertos de por medio y, además, Pinochet hizo de todo para impedirlo. La perseverante lucha de las organizaciones de derechos humanos ha colocado las cosas en su lugar. Los criminales están siendo juzgados y el dictador ya no es referente político ni moral, gracias a jueces nacionales e internacionales dignos.


Por su parte, el esfuerzo del General Cheyre para que las Fuerzas Armadas vuelvan a su camino institucional ha sido meritorio. Los uniformados han comenzado a recuperar la credibilidad perdida. Ha sido duro para los militares, pero es que no hay deuda que no se pague. Y, ya verán que valió la pena. Siempre es mejor estar con el pueblo que con los poderosos.


Soy de los que creen que la responsabilidad principal del golpe del 73 es de los civiles, de la derecha política y de algunos poderes fácticos que siempre han sacado las castañas con la mano del gato y que hoy día eluden olímpicamente su culpabilidad. El senador Diez ha dicho que no sabía que se asesinaba y torturaba en el régimen que él defendía con pasión desde las tribunas de Naciones Unidas.


El senador Novoa, Subsecretario del Interior con Pinochet, no puede haber sido ciego y sordo cuando se cometían los crímenes. Ricardo Claro estaba al lado de Pinochet cuando éste conversaba con Kissinger y fundamentaba la Operación Cóndor. Apenas elegido Allende, el dueño de El Mercurio salió de Chile y se autoexilió en las oficinas centrales de la Pepsi Cola en los Estados Unidos para trabajar en la conjura contra el Presidente Allende y, durante la dictadura, cumplió con entusiasmo su papel de publicista del régimen. Y, ahora, resulta que todos estos civiles no sabían de asesinatos, exilios y torturas. La culpa recayó sólo en los militares.


¿Cuál fue el error de los militares? Creerles a los civiles golpistas. En primer lugar, creerles que se fraguaba un régimen que atentaría contra las Fuerzas Armadas, lo que se probó sin base alguna cuando en la hora de la verdad Salvador Allende luchó solo, hasta el suicidio, en La Moneda. En segundo lugar, creerles que había que arrasar con los partidos políticos y con los sindicatos, para imponer el orden.


Ahora, los militares se habrán dado cuenta que la tarea sucia sirvió, en realidad, para que los grandes empresarios acumularan fortunas sin que los sindicatos pudiesen negociar salarios y sin que las clases medias pudiesen protestar por la privatización de la salud, la educación y la seguridad social.


Los militares utilizaron el monopolio de las armas que les habían entregado todos los chilenos para cumplir los objetivos que se propusieron un grupo de civiles y con ello tiñeron con sangre de compatriotas los estandartes de sus cuarteles. Los civiles de derecha y los empresarios fácticos hasta ahora se han lavado las manos. Están en deuda con la ciudadanía y con las Fuerzas Armadas. Todavía esperamos que se hagan la autocrítica.

28-09-05

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