martes, 23 de noviembre de 2010

NUESTRA POLITICA EXTERIOR: NI LO UNO NI LO OTRO

La interesante polémica entre Carlos Parker y el Ministro de Relaciones Exteriores motiva a inscribirse en el debate, especialmente teniendo en cuenta que estos tiempos deberían ser de propuestas programáticas antes que de desgastantes disputas por candidaturas presidenciales. Comprometer el trabajo en esta tarea resulta más fructífero y gratificante que aplaudir y votar por pre-candidaturas de quienes se desconocen planteamientos para el país. Y, esto incluye, sin duda alguna, la política de relaciones exteriores. 

La evaluación crítica de las relaciones exteriores de Chile, como en cualquier otro campo del quehacer gubernamental, no puede ser eludida si se quiere perfeccionar o modificar políticas y acciones para un próximo Gobierno de nuestro país. 

Dos argumentos centran los artículos de Parker. Se señala que la gestión de relaciones exteriores no está funcionando por cuanto se han desperfilado aspectos políticos trascendentales, en favor de un accionar económico que habría sido exitoso. En este sentido, se enjuicia el accionar del Ministerio de Relaciones Exteriores por permitir que prevalezca la acción de los Ministerios de Economía y Hacienda en su gestión económica, dejando de lado valores políticos y principios ligados a la autodeterminación nacional, el desarme y la paz, la preservación del medio ambiente, la lucha contra la pobreza y la promoción y defensa de los derechos humanos. 

En segundo lugar, y la conclusión de Parker es que " se hace sentir la necesidad del restablecimiento del necesario equilibrio entre política y economía en nuestra acción en el exterior"

Por su parte, el aludido Don Enrique Silva replica con virulencia. Pero, las contradicciones o falta de información que el Canciller encuentra en Parker no rebaten los argumentos de éste. Y, en definitiva, concluye que la política internacional "ha sido pródiga en realizaciones que se exaltan abiertamente fuera del país"

Por mi parte, reconociendo que algunas de las afirmaciones de Parker son correctas, debo salir a la defensa de la Cancillería la cual no ha dejado de plantear en foros internacionales así como en los contactos bilaterales aquellos temas políticos que preocupan a Parker. 

Sin duda no es casual, sino producto de la acción de la Cancillería que se haya convocado, entre otras acciones a la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social o la gestión exitosa en favor de Somalía. 

En realidad, los temas políticos han estado permanentemente en la agenda del Ministerio de Relaciones Exteriores. Este no es el problema central que ha afectado las relaciones exteriores de nuestro país. El problema es otro. El problema central, y a mi juicio grave, es que la Cancillería ha visto cercenado su rol como gestor en los temas económicos internacionales y ello es lo que ha generado contradicciones y confusiones en la política económica internacional. 

En efecto, el reencuentro de nuestro país con América latina, con una presencia destacada, por ejemplo en el Grupo de Río, se debe al Ministro Silva Cimma y al accionar político de la Cancillería. Del mismo modo, la presencia del Presidente en América Central o del Ministro Silva en los países del Caribe son inéditos en la historia de nuestras relaciones exteriores. 

Sin embargo, este accionar, que por lo demás era componente del propio programa de la Concertación, no ha sido acompañado por una apropiada gestión econòmica, sino más bien por una retórica que ha resultado contraproducente. 

A diferencia de lo que señala Parker " el rol preponderante que han pasado a desempeñar en este esquema las carteras de Economía y Hacienda en el diseño y gestión de iniciativas en el ámbito de nuestra política exterior" no se debe a la prioridad de los temas económicos sobre los políticos, sino a un profundo error de precisión de funciones ministeriales, que en vez de favorecer la reinserción económica la ha obstaculizado y, consecuentemente, se han desmerecido así los éxitos políticos. Y esto no es responsabilidad de la Cancillería, sino del conjunto del Gobierno. 

El ejemplo más evidente que demuestra nuestro planteamiento son los escasos avances en la apertura de relaciones económicas con los países de América latina y El Caribe. Las decididas acciones del Presidente de la República y del Canciller durante los primeros meses del nuevo Gobierno en casi todos los países de nuestra región orientadas a fortalecer lazos políticos y económicos, sólo han tenido el magro resultado de un Acuerdo de Libre Comercio con México y un Acuerdo de Complementación Económica con Argentina, éste último muy controvertido y discutido en el seno del mismo Gobierno. 

No puede considerarse, entonces, exitosa la "reinserción" económica de Chile en la región latinoamericana, en condiciones que a pesar del programa de la Concertación y a pesar de las gestiones al más alto nivel, se sigue discutiendo y batallando en el seno del Gobierno si vale la pena firmar acuerdos de libre comercio con Venezuela o Colombia. 

Tampoco puede ser un éxito de la reinserción económica que todavía nos encontremos discutiendo con Bolivia para suscribir un acuerdo que ya no es de libre comercio sino de complementación económica. 

Tampoco puede considerarse exitosa la "reinserción" en Centroamérica cuando las acciones de cooperación y asistencia han sido extremadamente puntuales, con limitadísimos recursos destinados a ese propósito, mientras el empresariado nacional señala con fuerza su interés por profundizar lazos comerciales e inversionistas con el Istmo. 

Las dificultades de la reinserción económica han sido de responsabilidad de un sistema de decisiones y de gestión económica internacional equivocado, en el cual las inapropiadas intervenciones de los Ministerios de Economía, Hacienda y Agricultura han obstaculizado el trabajo de la Cancillería. Tantas cabezas para un solo animal no ha podido ser resuelto por la variadas comisiones y comités con los que se ha pretendido conciliar posiciones distintas. 

Porque ya para nadie resulta un misterio que el Ministerio de Hacienda- que por lo demás es el rector de las relaciones económicas con los Estados Unidos- privilegia un ALC con los Estados Unidos por sobre todo esfuerzo de fortalecer las relaciones económicas y políticas con los países de América latina. 


Porque tampoco es secreto el que el Ministerio de Agricultura se ha sentido a disgusto con el Acuerdo de Complementación Económica suscrito con Argentina. Porque, del mismo modo, las vacilaciones del Ministerio de Economía y la oposición del Ministerio de Hacienda en suscribir un acuerdo de libre comercio con Venezuela tienen aún pendiente una situación que debió haberse resuelto hace varios meses.


Es cierto que la tesis de " buena casa en mal barrio" no es está en la mente de la Cancillería ni del Ministro Silva Cimma. Sin embargo, sí es cierto que algunos funcionarios del Gobierno la andan pregonando por ahí porque no han sido puestos en cintura debido, precisamente, a esa falta de claridad de la política económica internacional de nuestro Gobierno.

México que supuestamente tiene una buena casa y un buen barrio, no ha tenido inhibición alguna en suscribir acuerdos con Colombia y Venezuela (formando el Grupo de los Tres) o firmando un acuerdo de libre comercio con los paises de Centroamérica. La concepción y gestión internacional del Gobierno de México debería ser una buena inspiración para aquellos que se juegan todas sus cartas en un Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos, creyendo que con ello pueden cambiar no sólo de barrio sino su propia historia. 

En resumen, las dificultades en la política de relaciones exteriores no son consecuencia de la pre-minencia de los temas económicos. A decir verdad, éstos han aumentado su prioridad en todo el mundo. 

Lo fundamental es articular adecuadamente lo político y lo económico y, sobretodo, acordar una estrategia de consenso y una gestión internacional que sea efectivamente dirigida por la Cancillería.

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