Me encontraba desterrado en Buenos Aires cuando recibí a una amiga que sufría los rigores de Pinochet. La invité a comerse un bife chorizo y cuando terminó le pregunté ¿y…, qué tal la carne? Me sentí algo antipatriota cuando me respondió: ¡estaba bien, pero prefiero el bistec chileno!. Agregó que Argentina era un país raro, con todas esas mujeres de rubio y mozos tuteando a los clientes.
Todavía recuerdo a chilenos en Centroamérica referirse con nostalgia a las gélidas aguas de nuestra costa central después de nadar en los calientes mares del Caribe; ademas, les parecía rarísimo comer porotos negros al desayuno y les molestaba esa impuntualidad tan reiterada, que ratificaba la condición bananera de esos países de clima sudoroso.
Anécdotas de expatriados, cuando éramos virtualmente una isla y conocíamos, más bien por obligación, el mundo exterior. Ahora, de verdad globalizados, todavía nos cuesta lidiar con los vecinos. La política y la economía tienen harto que ver con las incomprensiones que vivimos, pero hay que reconocer que persisten ancestrales diferencias culturales.
Para los medios de comunicación, políticos de oposición y algunos de gobierno, Chávez no es sólo impetuoso sino irrespetuoso. Se atreve a depositar su brazo sobre el hombro de la Presidenta y además la tutea, llamándola Michelle.
El hecho se ha convertido en escándalo, superior en extensión e interés a las controversias que tuvimos con Venezuela con ocasión del golpe de Estado de Carmona contra Chavez
Para ser francos, Lula tampoco entusiasma mucho a los chilenos. Es que no nos gusta que un obrero, que no terminó sus estudios secundarios, dirija un país de casi 200 millones de habitantes (en Chile ello sería imposible, gracias a la Constitución de Pinochet); en cambio, Cardoso si que nos gusta, por ser un intelectual potente, que inventó la teoría de la dependencia y que, ahora arrepentido, se entiende bien con empresarios y norteamericanos.
Pero, de todos modos, Lula ha resultado más confiable que Kirchner. Éste es demasiado impredecible y además a los chilenos nunca le han gustado los peronistas. Ni a los de derecha ni a los de izquierda. Aunque con Menem, que también era peronista, la cosa era distinta. Nos fue bien con él, incluso se casó con la Bolocco, nuestra reina universal.
Con el Evo el naipe se desordenó por completo. Es que eso del gas por mar es muy complicado; además, le dio por nacionalizar los hidrocarburos, cuando la onda era la contraria; ha desafiado a la DEA, insistiendo que la coca no es sólo una asunto de oferta, cuestión políticamente incorrecta; y, ha colocado a demasiados indígenas en puestos claves de gobierno. Con el Goñi todo resultaba más fácil, quizás porque hablaba mejor el inglés que el español.
A los chilenos nos han cambiado la vecindad. El desorden es casi completo. La esperanza está en el Alan García, que ahora ya no es populista y en Uribe que, según dicen, ha puesto en su lugar a la narcoguerrilla.
Todo era muy distinto, en los bellos años noventa, cuando nos rodeaban Menem, Batlle, Fujimori, Cardoso, el Goñi. Cuando todos estaban de acuerdo con el ALCA y se aplicaban políticas de mercado, pero de verdad, hasta que dolieran.
La vida se nos ha complicado demasiado en el barrio. A las diferencias culturales, que no se han acortado por la globalización, se agregan ahora las divergencias económicas y políticas.
En las condiciones actuales hay que ser mago para integrarse con los vecinos.
25-07-06
No hay comentarios:
Publicar un comentario