De asesino de la naturaleza Celco ha pasado a convertirse en asesino por naturaleza. Ha mostrado de manera sistemática ese impulso inevitable de matar que se encuentra en los personajes de la película de Oliver Stone. En Valdivia, la evacuación irresponsable de los residuos de la planta aniquiló por completo a los cisnes de cuello negro. En Constitución, la planta de celulosa transformó el aire en una masa mal oliente que deben respirar sus habitantes desde la más tierna infancia, y que ha significado la completa erradicación del turismo en la zona.
Y, ahora, la empresa Celco volcó el veneno negro al río Mataquito, en Curicó, asesinando a cientos de miles de peces de diversas variedades. Este último ataque a la naturaleza ha significado que los pescadores artesanales encuentren clausuradas sus fuentes de ingreso en un río de peces muertos, que antes se caracterizaba por una variada fauna. Y esta no es la primera vez que la planta Licantel vierte residuos tóxicos al río. Ya había sucedido lo mismo en el año 1999.
El capital no se controla en su delirio de expansión. Es que no es propio al capital la responsabilidad social y por ello no se autocontiene en la destrucción del habitat natural. Por ello la ganancia privada arrasa con el interés público cuando no existe vigilancia ciudadana y cuando el Estado es condescendiente o timorato frente al poder económico.
Lamentablemente eso ha sucedido en Chile en los últimos treinta años, con el agravante de una institucionalidad medioambiental que no se encuentra a la altura de las circunstancias.
Si ya hubo dificultades en el río Mataquito en 1999 y además la empresa actuaba con indolencia o premeditación en Valdivia y Constitución la tarea de control resultaba inminente, debió haber sido sistemática y rigurosa. Y cuando es trata del medioambiente el control debe ser previo al desastre. Por ello es que se necesita voluntad política verdadera, sin concesiones a los fácticos, para enfrentar a los agresores de la naturaleza y una potente institucionalidad medioambiental, con efectivo despliegue regional, recursos adecuados y capacidad real de regulación.
Las leyes del mercado son ciegas frente al equilibrio ecológico y a la protección de los recursos naturales. Su inmediatismo no respeta a las generaciones venideras, vale decir a nuestros hijos y nietos. Consecuentemente, si la pasión empresarial por el lucro no es debidamente regulada, destruye la naturaleza y condena a los más débiles a asumir los costos de un crecimiento irresponsable. Los dueños de la celulosa han querido enriquecerse lo más rápido posible, sacrificando el habitat de nuestro país. Así lo ha hechos Celco en Constitución, Valdivia y en Curico. Ello los ha convertido en asesinos por naturaleza.
11-06-07
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