lunes, 22 de noviembre de 2010

MACHUCA

Machuca es de una estética deslumbrante, con una ambientación sorprendente y una historia que justifica reflexiones inevitables. El talento de Andrés Wood nos hace revivir ese intenso periodo de nuestra historia en que los humildes creyeron ser dueños de su propio destino. Pero, lo que trasciende, lo que universaliza la película, son las relaciones humanas entre dos niños, que desnudan la sociedad chilena. 

Una sociedad en que el conflicto entre dos culturas no se reduce a los años 1970-1973, sino que ha estado presente desde el nacimiento de nuestro país. 

Machuca e Infante sólo ponen en evidencia a una sociedad caracterizada por la desigualdad, con origen en lo económico, pero que cotidianamente se pone de manifiesto en las relaciones interpersonales. A diferencia de otros países con mayor cultura democrática, los ricos en Chile tienen el convencimiento de que los rotos existen para servirlos, no sólo en la fábrica o en el fundo sino en las más variadas actividades de la vida cotidiana. 

El roto que no rinde pleitesía al pituco, se convierte en un “roto de mierda”, calificativo que recibe la niña pobladora y el mismo Machuca cuando desafían los límites que Infante y su madre estiman inviolables en las relaciones entre dos clases distintas. El director del Saint George y Salvador Allende quisieron crear las condiciones para reducir esas diferencias entre Infante y Machuca y no lo lograron.

La película de Wood no es sólo una alegoría a la tragedia de 1973, simbolizada en el fracasado proyecto igualitario del director del Saint George, como  pretende Andrés Fontaine (La Segunda, 23-08-04). No resulta pertinente, entonces, su crítica a la supuesta tesis de Wood sobre “la codicia de los acaudalados” como explicación del derrumbe del proyecto distributivo. 

Justamente el éxito y calidad de la obra de Wood es que no cae en la ideologización ni pretende entregar lecciones políticas. Es una obra profundamente psicológica, que nos habla de las complejas relaciones entre dos seres humanos, pre-adolescentes que viven en un mismo país, pero en dos mundos distintos. 

Las sorpresas, el descubrimiento del sexo, la aventura y la amistad entre Machuca e Infante es lo que interesa. Aquí no hay un bueno y un malo, sino dos niños que se quieren, que se buscan, que se entretienen en sus diferencias, pero que no pueden culminar su amistad por esa cultura de la desigualdad existente en nuestro país y que se radicaliza a partir del golpe militar. 

La revolución capitalista de Fontaine impedirá que Machuca e Infante se reencuentren algún día. Andrés Wood, además, muestra en su película que esa cultura de la desigualdad, llevada hoy día a sus extremos, condenó a la tragedia a los dos niños. Machuca tendrá que vivir con el dolor de sus muertos y sin oportunidades en la vida. Infante, vivirá en la abundancia, sin su padre, rechazando al amante rico de su madre y en una escuela que se ha convertido en un regimiento. 

La ideología de Fontaine no le sirve a Infante para justificar su vida ni para compensar su derrumbe espiritual. Esa misma ideología tampoco le sirve a Machuca para reconocerse en una sociedad que lo oprime.

24-08-04

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