Las elecciones presidenciales del 5 de febrero en Costa Rica arrojaron un resultado sorprendente: la debacle del actual partido de gobierno, el Partido de Unidad Social Cristiano (PUSC) con apenas 3,4% de la votación y el empate en el primer lugar entre Oscar Arias, candidato del Partido Liberación Nacional (PLN) y Otton Solis, del Partido Acción Ciudadana (PAC). Esto obligó a un recuento manual, durante casi tres semanas, que recién culminó el 23 de febrero con el triunfo de Arias por apenas 18.000 votos: 40,9% para Liberación y 39.9% para el PAC. Sin embargo, el Tribunal Electoral todavía no puede proclamar a Arias por la existencia de 627 impugnaciones.
Nunca se había producido una elección tan estrecha en Costa Rica y menos entre un partido tradicional y un partido que recién se formó en el año 2000. El juego político entre socialcristianos y liberacionistas, que ha caracterizado al país durante sesenta años se rompió radicalmente en esta elecciones y ha colocado al Partido Acción Ciudadana como la segunda fuerza política. Los vientos de cambio que recorren el sur de la región ahora soplan en Centroamérica.
Después de 20 años de ensayos neoliberales, que han deteriorado las instituciones públicas, la calidad de los servicios y vulnerado seriamente a los sectores medios, la ciudadanía costarricense ha cuestionado a los dos partidos tradicionales, el PLN y el PUSC.
El cuestionamiento se ha convertido en vigoroso rechazo frente a la creciente corrupción del sistema político. Calderón Fournier fue encarcelado por favorecer un préstamo finlandés a la Caja Costarricense de Seguros, a cambio de coimas, para la compra de implementos médicos. Por otra parte, el ex presidente Miguel Angel Rodriguez, también socialcristiano, fue acusado de recibir cerca de un millón de dólares para favorecer a la empresa Alcatel en una licitación para efectuar instalaciones de lineas de telefonía celular.
Finalmente, el ex presidente de Liberación, e hijo del caudillo José Figueres, también se encuentra cuestionado por haber recibido una fuerte suma de dinero por asesorar a ALCATEL en sus relaciones con el Estado costarricense.
Así las cosas, la desconfianza pública en los políticos se ha expresado en un creciente abstencionismo y en el notable fortalecimiento del PAC, encabezado por Otton Solis. Éste había renunciado a su cargo de ministro en el gobierno de Oscar Arias (1986-1990) cuando suscribió en 2º Plan de Ajuste Estructural impuesto por el FMI. El PAC, formado en el año 2000, ya había dado una primera sorpresa en las elecciones del 2002, alcanzando el 27% de la votación y eligiendo 14 diputados para la Asamblea Legislativa, compuestas de 57 parlamentarios.
El nuevo partido ha colocado en el eje de su programa la lucha contra la corrupción, con verdadera consecuencia. Se negó a aceptar ofrecimientos privados de financiamiento para las campañas para evitar la influencia de los grupos económicos en las decisiones de un futuro gobierno. Además, en su propuesta programática explicitó su disposición a gastar sólo la mitad del dinero que le correspondía por el financiamiento estatal según la representación obtenida en los distintos puestos de elección.
Por otra parte, el PAC ha insistido en incentivar y comprometer la participación de las organizaciones ciudadanas en las decisiones políticas. En particular, ha destacado que el TLC con los Estados Unidos, aún pendiente de aprobación parlamentaria, debiera haber sido discutido largamente por la ciudadannía ya que compromete el propio el tipo de desarrollo que ha caracterizado a Costa Rica.
Durante la campaña electoral, Solis sostuvo que los acuerdos contenidos en el TLC con los Estados Unidos deben rediscutirse ya que en los términos acordados afectarán gravemente a los pequeños productores agricolas, mientras que la apertura del mercado de telecomunicaciones y seguros, provocarán un impacto social muy negativo en el país.
Los resultados electorales en Costa Rica, la emergencia del Partido de Acción Ciudadana y los temas de discusión que caracterizaron la reciente campaña presidencial colocan al país en línea con los tiempos de cambio que han provocado el rechazo a los políticos tradicionales y estimulado la emergencia de nuevos líderes en América Latina.
Al mismo tiempo, el cuestionamiento al modelo de desarrollo impuesto por el Consenso de Washington y el rechazo a las políticas de Bush hacia la región se han hecho evidentes. No hay que confundirse. El surgimiento de Lula, Kirchner, Evo Morales, Tavare Vasquez, Chavez y, ahora, Otton Solis, debe entenderse como un proceso propio a los nuevos tiempos que caracterizan a la región.
Los calificativos de populismo o de retorno a los años sesenta que tecnócratas y políticos tradicionales utilizan para referirse a esta nueva realidad regional puede conducir a conclusiones muy equivocadas.
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