lunes, 22 de noviembre de 2010

ROJO: FAMA CONTRA FAMA

María José Quintanilla, Ximena Pereira, Carolina Soto y la pequeña Cristel  del programa Rojo, en Televisión Nacional, se parecen en dos cosas: su origen humilde y su talento artístico. Mientras Rafael Araneda y los inventores de Rojo logran simultáneamente entretenernos y ofrecer oportunidades artísticas a los jóvenes, el resto de la farándula televisiva persiste en la vulgaridad y nos aburre con la monótona vida de futbolistas en decadencia, musculosos jóvenes y rubias teñidas.

Rojo contrasta con el Chile que no ofrece las mismas oportunidades a todos. En efecto, el niño que nació  en la Dehesa estudiará en un colegio privado, luego en la Universidad Católica y terminará con un posgrado en una universidad norteamericana. Esos estudios y los vínculos sociales de sus padres le aseguran convertirse en ejecutivo de una gran empresa exportadora. 

En cambio, el niño que nació en La Pintana no tiene más alternativa que la escuela municipal, no alcanzará un buen puntaje en la prueba de ingreso a la universidad y, si es que llega a realizar estudios superiores, se verá en dificultades para obtener trabajo porque no tiene “capital social” (eufemismo de pituto).  

Así las cosas, deberá caminar mucho y comprar el diario todos los días para conocer las ofertas existentes en el mercado mientras sus padres, pobres como él, se sorprenderán por las dificultades que enfrenta su  inteligente y estudioso hijo para encontrar trabajo. Al fin, salta la liebre, y el joven talentoso se da cuenta que no puede anotar en su currículo la dirección de La Pintana, barrio estigmatizado por la droga y la delincuencia. Además, descubre que necesita un mejor traje y corbata, los que se consigue con los patrones de su Mamá, quien trabaja, por esas cosas de la vida, como “nana” en algún lugar del barrio alto. 

El final de la historia de este joven pobre no es difícil de adivinar: será contratado en una pequeña empresa, con dificultades financieras o, en el mejor de los casos, terminará como asistente (eufemismo de “goma”) del joven ejecutivo, que nació en La Dehesa. En suma, en Chile se juega con cartas marcadas.

En Rojo, fama contra fama, compiten exclusivamente talentos, el de aquellos jóvenes que siempre han querido cantar y bailar. En este caso lo que cuenta son las condiciones naturales y no el origen social o el dinero de las familias. Para ganar en esa competencia no se necesita ser rico o poderoso. Curiosamente, en Rojo existe la igualdad de oportunidades, la  que brilla por su ausencia cuando se trata de obtener trabajo, educación de calidad, tratamiento de salud digno o una jubilación decente. 

El programa de Rafael Araneda no sólo ayuda a los jóvenes pobres sino además favorece a todo el país. Gracias a Rojo en un futuro cercano contaremos con mejores cantantes y bailarines para el disfrute de los chilenos y para beneficio del arte. 

¿Y porqué no hacer lo mismo en el deporte? 

Si se abren las oportunidades para que el deporte recorra todos los colegios, los Salas y Zamoranos no se contarán con los dedos de una mano, sino se multiplicarán  varias veces y no tendremos que sufrir cada cuatro años la incertidumbre para clasificarnos al mundial. 

¿Y porqué no hacer lo mismo que Rojo con todos los jóvenes de Chile? 

Si lo hacemos, lograremos terminar con esa lamentable situación en que la condición de ingreso o el patrimonio predomina sobre la inteligencia y el talento e impide el progreso de los que no nacieron en cuna de oro. 

Entregar oportunidades iguales a todos los niños no sólo es éticamente justo sino ayudará a potenciar la inteligencia de todos los chilenos en beneficio de un crecimiento sin desigualdades. 

Ojala nuestros gobernantes siguieran el ejemplo de Rojo.


25-08-05

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