El rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros, impactó a la opinión pública y descontroló al Ministro Bitar al cerrar las puertas de la Casa Central, colocando bandera a media asta en señal de luto por la falta de recursos para financiar a sus estudiantes. Con su gesto, el rector apoyaba el contenido de las demandas de los estudiantes en huelga para modificar un sistema de crédito universitario que afecta no sólo a la Casa de Bello sino a todas las universidades públicas de nuestro país.
El rector fue categórico en afirmar que “el Fondo Solidario está colapsado”. Pero, en realidad, la media asta simboliza mucho más que la crisis financiera. Representa el desastre en que se ha transfomado la educación superior en nuestro país.
La dramática realidad es que la educación en Chile se ha convertido en un negocio, con costos inaccesibles para el 80% de las familias chilenas. Como el ingreso de éstas es inferior a los $ 400.000 mensuales, esas familias se encuentran en la insoslayable disyuntiva de endeudarse por largos años o que sus hijos no ingresen a la universidad.
Las familias más pobres, ni siquiera pueden endeudarse por no ser sujetos de crédito bancario y sólo pueden apelar al Fondo Solidario de Crédito Universitario. Sin embargo, el déficit del Fondo Solidario es creciente. Ello obligará a la autoridad universitaria a reasignar recursos desde otras actividades para entregar financiamiento a los estudiantes más pobres y, de todos modos, quedarán cientos de estudiantes modestos, ya seleccionados por la Casa de Bello, sin poder pagar sus estudios.
Otro año más que no se cumplirá lo que nos asegurara el candidato Lagos en Curanilahue: “En mi gobierno, ningún joven chileno con méritos quedara fuera de la educación. El Crédito Fiscal y las Becas serán para todos los que lo merezcan, tanto en la educación universitaria como en la técnico-profesional”.
Pero, los problemas de la educación superior van mucho más allá de la falta de recursos y de la indefensión de las universidades públicas. Está también la proliferación de universidades privadas de nula calidad, la entrega de títulos en base a cursillos acelerados, el egreso de muchos profesionales que no se corresponden con las demandas del país.
Estas realidades, entre otras, ponen en evidencia el fracaso del modelo de educación existente en nuestro país.
El modelo de educación superior vigente desde Pinochet, y no modificado por los gobiernos de la Concertación, les exige a las universidades públicas autofinanciarse y enfrentar la competencia mercantil.
En tales condiciones, se han visto obligadas a la venta de servicios y patrimonio, al aumento desmedido de cupos y aranceles, a la proliferación de diplomados y cursillos varios, con manifiesta disminución de la calidad docente y restricción de la inversión tanto para investigación como para extensión cultural.
Ello ha favorecido la ofensiva y posicionamiento de las universidades privadas, las que con apoyo empresarial están en mejores condiciones para enfrentar el “mercado educacional”.
Para éstas se trata de un negocio muy lucrativo que sirve además para consolidar el pensamiento único y fundamentar las políticas que promueven los grandes empresarios, las transnacionales y la derecha.
Así las cosas, se han fortalecido las universidades de los Legionarios de Cristo, del Opus Dei, de la UDI, de grupos económicos nacionales e estranjeros. Entre estas últimas llama particularmente la atención el consorcio norteamericano Sylvan International Universities que junto con comprarse las universidades del Desarrollo y la Andrés Bello, ha desatado una ofensiva publicitaria millonaria para reclutar estudiantes.
La competencia de las universidades públicas con las universidades-empresas ha convertido a los estudiantes en “clientes” del “negocio educacional”. Se desvirtúa así la esencia de la Universidad. Ésta ya no apunta en favor del pluralismo y de la crítica, se aleja de la producción cultural, no participa del debate para la construcción de país, no aporta al diseño de las políticas públicas ni a la solución de los problemas sociales.
El conocimiento se produce hoy a la medida de quien lo compra y no para la satisfacción de las necesidades nacionales. La ideología se sobrepone al desarrollo de la ciencia. Ello explica la fuerza incontrarrestable del pensamiento único, el que además es promovido por los centros de investigación y los medios de comunicación de la derecha.
El modelo actual de universidad se ha constituido en el principal instrumento de reproducción ideológica de las fuerzas conservadoras y, por tanto, en una camisa de fuerza que frena el desarrollo nacional.
El rector Riveros ha cuestionado el inmovilismo estatal frente a la crisis de las universidades públicas y la concepción mercantilista existente en la educación. Ha sostenido que la Universidad de Chile se encuentra privatizada de hecho cuando el aporte público no supera el 14% de sus ingresos.
Más allá de cierta discrepancia en las cifras, la respuesta del Ministro Bitar no hace sino reafirmar esa concepción que viene criticando el rector. Bitar ha afirmado: “La Universidad tiene que estar preparada para una competencia cada vez mas dura". Los planteles estatales... "deben sacudirse de la visión del pasado de que por ser públicos deben recibir todo del Estado".( La Segunda, 7-julio-2004).
De no mediar un replanteamiento de la actual política de educación superior, las universidades públicas terminarán en poder de los grupos económicos nacionales y extranjeros.
El replanteamiento debiera apuntar en una doble dirección. Establecer una nuevo marco regulatorio que elimine la nefasta competencia mercantíl entre las universidades públicas y privadas; y, terminar con el autofinanciamiento de las universidades públicas para promover el libre desarrollo de la investigación y docencia, en las ciencias, la filosofía y las artes.
En ningún caso ello excluye las exigencias de ordenamiento administrativo, financiero y de control por resultados que impone el mundo actual al sector público.
Lo que debiera entenderse es que la actual crisis de la universidad pública no es principalmente financiera, sino que es global y obedece a la ausencia de una concepción progresista para la educación superior y, en particular sobre rol de la educación pública.
Por cierto, esa concepción debe tener expresión presupuestaria, consistente con los objetivos del desarrollo nacional. Los discursos entusiastas de las autoridades gubernamentales sobre crecimiento económico, inserción internacional y equidad no son más que retórica cuando se regatean los recursos en favor de la ciencia y tecnología, cuando se reduce el financiamiento de las universidades para la investigación y la cultura, cuando se excluye a los jóvenes pobres de la formación superior y, sobre todo, cuando se acepta que la educación es un bien privado más que debe transarse en el mercado.
Una visión distinta hacia las universidades, con recursos apropiados, que los sectores pudientes de la sociedad debieran aportar, es imprescindible para reducir desigualdades y favorecer la integración social. También es necesaria para promover las libertades, estimular el pluralismo y la diversidad.
Finalmente, la inversión en profesionales y técnicos de calidad es condición indispensable para alcanzar una inserción efectiva en el mundo internacional.
Existen, entonces, razones muy poderosas que fundamentan la protesta estudiantil y el apoyo que a ésta le ha entregado el rector Riveros.
O8-07-04
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