lunes, 22 de noviembre de 2010

BUSH CUMPLE LO QUE PROMETE

Casi ningún presidente cumple lo que promete en sus campañas electorales. Bush, sin embargo,  honra sus compromisos. El 20 de enero entregó su informe a la nación, utilizando el mismo conservadurismo de derecha que se le conoció en aquella controvertida disputa electoral del 2000. 

Muchos pensaron que el extremismo desplegado en esa oportunidad se atenuaría con su instalación en la presidencia. No ha sido así en sus tres años de gobierno. Y no existen indicios de cambio de rumbo, lo que es manifiesto en dos aspectos del discurso de Bush al país: la disminución de los impuestos a los ricos y el unilateralismo de la política internacional, con énfasis en la guerra preventiva.

Por una parte, en el informe a la nación Bush propuso convertir en permanentes las reducciones impositivas programadas para 2004 y 2006, agregando ahora la eliminación del impuesto a los dividendos de los tenedores de acciones. Este recorte fiscal es adicional al que ya se implementó en el 2002. 

La política económica de Bush se apoya en la poco convincente teoría de la oferta, combinada con la baja tasa de interés impulsada por el Banco de la Reserva Federal. 

Stiglitz se ha encargado de descalificar tales medidas, tanto conceptualmente como sobre la base del comportamiento reciente de la economía: “El recorte fiscal proporcionó importantes oportunidades a los mejor situados, pero hizo poco por los que gastaban dinero para que la economía funcionara”. 

Según el Premio Nóbel, el recorte fiscal, al favorecer a los ricos, no sólo fue injusta sino que tampoco sirvió para reactivar la economía.  Si se quería reactivar lo lógico era “ dar dinero a los que lo gastarán rápido: los desempleados, las ciudades y estados que necesitan fondos desesperadamente y los trabajadores con ingresos más bajos”[1]

Además, la baja tasa de interés si bien ha sostenido el consumo, tiene a las familias norteamericanas altamente endeudadas. 

En suma, la política económica de Bush en sus tres años de gobierno no ha estimulado la economía. Pero sí ha acentuando las desigualdades  el desempleo en tres millones de personas

Aunque se anuncia un mejoramiento del ritmo de crecimiento, esa política no podrá reducir el déficit fiscal más elevado de la historia de los Estados Unidos, con consecuencias que el propio FMI considera graves para la economía mundial. 

A pesar de ello, el Presidente ha insistido en las mismas medidas.

Por otra parte, el informe Bush defendió vigorosamente su guerra en Irak insistiendo que el liderazgo y perseverancia de su gobierno había evitado los peligros que significaba Saddam Hussein para los Estados Unidos y para toda la humanidad. Reiteró que “sus inspectores” en Irak habrían identificado “docenas de armas de destrucción masiva” y que sin la actuación militar oportuna el dictador habría continuado su programa armamentista, con peligros insospechados. 

Así, reafirmó esa concepción hegemónica en asuntos mundiales destacando  que “los Estados Unidos nunca solicitarán permiso para defender la seguridad de su propio pueblo”. Esta declaración ha molestado a la comunidad internacional y a sectores políticos internos que lo acusan de empujar al país a un peligroso aislamiento. 

La visión del destacado economista Paul Krugman[2] ayuda a comprender el carácter del gobierno del Presidente Bush y los intereses que representa, lo que se confirma en el reciente informe a la nación. 

Señala que ya en los años noventa, tanto Paul Wolfovitz (segundo hombre del Pentágono) como Dick Cheney (Vicepresidente), fundamentaron una guerra preventiva contra Irak, como componente esencial de la agenda de la derecha radical para afirmar la hegemonía norteamericana en el mundo y de pasada orientada a favorecer a las empresas petroleras norteamericanas. 

El derrocamiento militar de Saddam Hussein estaba presente, entonces, antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 y ha sido recientemente confirmada por su Ex-Ministro del Tesoro, Paul O´Neill. 

Como no se pudieron encontrar vínculos entre Al Qaeda y Saddam Hussein se utilizó el argumento de las armas de destrucción masiva, convenciendo a muchos moderados que ello afectaba directamente la propia seguridad interna de la nación. 

Ello hizo posible obtener la aprobación del Congreso para iniciar la guerra, sin el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 

Por otra parte, según destaca Krugmanla política fiscal  de Bush constituye otro de los ejes del radicalismo conservador en que se inspira Bush, que apuntaría a erradicar completamente los impuestos a los ingresos provenientes del capital. 

Por tanto, la reciente iniciativa de eliminar los impuestos a los dividendos es un paso más para reestructurar el sistema impositivo de manera tal que las personas de más bajos ingresos paguen una parte proporcionalmente mayor que aquellos de más altos ingresos.

Todo indica que el Presidente Bush intenta retomar la revolución conservadora que iniciaran la Sra. Thatcher y Ronald Reagan en los años ochenta. Sin embargo, esa política fiscal no reducirá el inédito déficit. No sólo porqué se requeriría un crecimiento muy superior al previsto sino también por altísimo costo de los actuales gastos de guerra y seguridad. Pero, además, a ello se agrega la presión sobre los sistemas de previsión social y salud, por el masivo aumento de los jubilados en los próximos años. Esto último obligadará al gobierno a gastos adicionales los que, en un marco presupuestario restrictivo, acentuarán aún más el endeudamiento interno e internacional del Gobierno Federal. 

La presión sobre la tasa de interés se hará insostenible y es muy probable que ella comience a crecer después de las elecciones de noviembre, con impactos en las economías del mundo que pudieran llegar a ser tan dolorosas como lo fueron en los años 1982-1983.

En lo interno, el Presidente Bush busca consolidar “ una sociedad en la cual los pobres tienden a quedarse más pobres, por duro que trabajen, y en la cual los hijos tienen una probabilidad mucho mayor de heredar el estatus socioeconómico de sus padres porque, según Krugman:  “nuestro líderes políticos hacen todo lo que pueden para fortalecer la desigualdad de clase, a la vez que acusan a todos los que se quejan de estimular la lucha de clases[3]: es el fin del ascenso social que ha caracterizado el “ sueño americano”. 

En lo externo, el radicalismo de derecha, también se ha manifestado no sólo en el hegemonismo impuesto en la guerra contra Irak sino también en el rechazo al multilateralismo que significa el retiro del Tribunal Penal Internacional, la renuncia al Protocolo de Kyoto (sobre el calentamiento global de la atmósfera) y la denuncia del  Tratado Antibalístico de 1972. 

Finalmente, el radicalismo conservador despliega todo tipo de esfuerzos para imponer, especialmente sobre los países pobres, exigencias fiscales y de apertura comercial que su propio gobierno no practica. 

Hay que reconocer que Bush cumple lo que promete. Ha sido fiel a la derecha radical que lo apoyó para ser Presidente, implementando, sin transacciones, su programa en favor de los ricos.

30-01-04


[1] J. Stiglitz, Los Felices Noventa, Taurus, 2003. Pag. 369.

[2] P. Krugman, The Great Unraveling, Norton & Company, 2003.

[3] P. Krugman , “ The Death of Horatio Alger”,  The Nation, 23 de diciembre, 2003.

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