domingo, 21 de noviembre de 2010

ETICA Y ESTETICA BANCARIA

Hace tres meses, en el Diario del 3 de abril,  señalé que la disminución de la tasa de instancia monetaria del Banco Central no conduciría a una baja de la tasa de interés real del crédito y que, en cambio, sí produciría un incremento de los spread de la banca, con acumulación de ganancias para el sistema financiero. Las cifras, desde enero 2000 a enero del 2001, eran categóricas en demostrar tales afirmaciones. 

Desde mi punto de vista, la explicación de esta aparente paradoja se encuentra en la alta concentración patrimonial de la banca y en la incapacidad del Banco del Estado para asumir un rol regulador en la tasa de interés, disminuyendo el costo del crédito a las Pymes.

Cuando plantée esta preocupación se dijo que era una exageración, que se debía esperar para apreciar los efectos de las decisiones de la Autoridad Monetaria y, en suma, que el mercado del crédito reaccionaría de forma natural y positivamente respecto de las decisiones adoptadas. 


La espera ha sido en vano. Las Pymes están aplastadas, la reprogramación de éstas ha sido mínima, la reactivación económica se anuncia para los años venideros y persiste un alto desempleo. Entretanto, se multiplican las ganancias del sistema financiero.

Las abrumadoras cifras han obligado a reconocer, muy recientemente, la no correspondencia entre la disminución de la tasa de instancia monetaria del Banco Central y su expresión en el costo del crédito. Su Presidente, junto al Superintendente de bancos y al Presidente de la Comisión de Hacienda del Senado, han acusado a la banca privada de egoísta, de descuidar su imagen, de falta de ética. 


Desesperados porque el mercado no se comporta como ellos creen debiera comportarse han apelado a la ética, renunciando a la política económica. El Ministro de Hacienda, con mayor lucidez que las otras autoridades, no ha responsabilizado a la ética sino a la estética de las altas utilidades de la banca. Y tiene razón: es feo tanta ganancia en medio de tres millones de pobres y con tantas Pymes reclamando por falta de créditos.

La apelación a la ética, frente al fracaso del mercado como trasmisor de las decisiones de la Autoridad Monetaria, para explicar las altas ganancias de la banca resulta poco convincente. Y la estética sólo ayuda a constatar una realidad: las dramáticas desigualdades existentes en Chile. 


Pero, no hay que  confundirse en el mundo que vivimos: los capitalistas y, entre ellos, los dueños de los bancos, tienen por misión acrecentar al máximo sus ganancias y ésta se convierte en pasión irrefrenable cuando los controles sobre el mercado financiero son limitados. En cambio, la responsabilidad de las autoridades del Estado, entre otras, es utilizar  los instrumentos que se encuentran a su disposición para que los ingresos de las operaciones financieras no se concentren de forma desmedida en algunos grupos económicos y para que el conjunto de la actividad económica no se vea obstaculizado por el alto costo del crédito.

El ministro de Hacienda hace bien en proponer eximir del pago de impuesto de timbres y estampillas a las reprogramaciones de créditos de consumo y comerciales para así fomentar la competencia. Pero, sin necesidad de ningún proyecto de ley, podría dar instrucciones a las autoridades del Banco del Estado para que bajen las tasas de interés a los pequeños y medianos empresarios. Así, el único banco público existente en el mercado financiero arrastraría el costo del crédito a la baja, favoreciendo en especial a los mayores generadores de empleo. 


Adicionalmente, el Ministro de Hacienda podría dar indicaciones al Comité Ejecutivo del Banco del Estado para que no se repita el desacierto de prestar dinero a la propia competencia para favorecer la concentración financiera en el país. En efecto, el préstamo de US$130 millones del Banco del Estado al Grupo Luksic para la compra del Banco Chile y su ulterior fusión con el Banco Edwards en nada ayuda a estimular la competencia bancaria y, por otra parte, dificulta el acceso de las Pymes al  crédito. 


No está demás reiterar que la misión del Banco del Estado debiera ser financiar a los pequeños y medianos empresarios, de la misma forma como lo hacen los bancos públicos en otras latitudes.

En definitiva, ni la ética ni la estética ayudan a la hora de entender la problemática financiera existente actualmente en Chile, ni menos sirven para entregar una respuesta para evitar la concentración financiera, favorecer a los pequeños y medianos empresarios, reactivar la economía y estimular el empleo. 


Cuando las fuerzas del mercado se ven obstaculizadas por los poderes monopólicos no hay más alternativa que apelar a la política económica y a los instrumentos regulatorios del Estado para que dichas fuerzas se reorienten en favor del interés general de la sociedad.

06-07-01

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