sábado, 20 de noviembre de 2010

¡Qué bien Blanlot!


Me encontraba en Buenos Aires cuando la vi en la televisión nacional de Chile. Era Vivianne Blanlot, la ministra de Defensa, en las exequias de Pinochet, que se mostraba imperturbable y con una dignidad que pudieron observar millones de personas en el mundo entero. Estaba sola, en medio de una jauría que la insultaba y que convirtió el funeral del dictador en un acto político de la derecha dura. La Ministra de Defensa, favorecida con un impecable traje blanco, trasmitía una sorprendente tranquilidad interior. 


Los que creemos en la democracia y quienes pensamos que las Fuerzas Armadas constituyen un patrimonio de todos los chilenos nos sentimos orgullosos por el comportamiento de Vivianne Blanlot.


La Presidenta Bachelet no vaciló en negarle honores de Jefe de Estado a quien usurpó esa función a Salvador Allende, destruyó la democracia, atropelló gravemente los derechos humanos y deshonró a Chile. La mayoría nacional aplaudió su decisión. La Presidenta aceptó que se le rindiera honores como ex Comandante en Jefe del Ejército a Pinochet, lo que probablemente no sea comprensible para muchos chilenos y para esa comunidad internacional que anhelaba fuese condenado por sus crímenes. Hay que reconocer que la aceptación de honores militares ha sido una gesto generoso del gobierno con esos sectores minoritarios que, ciegos ante los crímenes del dictador, todavía le brindan sus afectos. También esa decisión facilita a los altos mandos del Ejército, comprometidos con la subordinación de éste al poder civil, avanzar en ese proceso de institucionalización que ha resultado tan difícil y prolongado.
El hijo menor de Pinochet y vocero de la familia, Marco Antonio, no supo devolverle la mano al gobierno. Mostró el mismo doblez de su padre. Agitó a sus huestes, politizó el entierro, argumentando en todos los medios de comunicación el rechazó a la presencia de la Ministra de Defensa en las exequias. Sin embargo, como bien dijo Vivianne Blanlot en entrevista a El Mercurio, ese rechazo no tenía asidero. La Escuela Militar no pertenece a la familia Pinochet sino al Estado de Chile, a todos los chilenos. El gobierno había permitido esa ceremonia en un recinto militar y, el carácter público del funeral le impedía a Marco Antonio Pinochet discriminar a los invitados y, en ningún caso, vetar a la máxima autoridad militar del país.
Y después vino el nieto. Tonto como su padre y cobarde como el abuelo. Leyó un discurso a media lengua, con diatribas anticomunistas y ataques a los jueces, que pasarán a la posteridad como un monumento a la estupidez. Cobarde, porque cuando decidió hacer uso de la palabra ya había decidido retirarse del Ejército; o sea, el nieto, al igual que el abuelo, actuó sobre seguro. Es que los genes son los mismos.
La tranquilidad y valentía de la Ministra Blanlot en la hora final del dictador simbolizan la derrota política definitiva del pinochetismo. Bien por el gobierno Bachelet. Bien por su Ministra de Defensa.


19-12-06

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