Algo extraño me sucedió este 13 de agosto, con el paro de la CUT. Me recordé de uno de los hechos que más me han afectado en estos años de democracia: el acto de inmolación de un trabajador, de Eduardo Miño, frente a La Moneda hace dos años y medio.
En esa oportunidad me conmoví profundamente por la terrible decisión que había adoptado un ser humano, un padre de familia, al atentar contra su propia vida, acribillado por la miseria y la desesperanza. Pero, lo que más me dolió es que se trataba de un luchador, de un rebelde, que dijo basta porque se cansó de esperar y de pelear. Esa decisión de Miño era un golpe demoledor no sólo para su familia y amigos, sino para cada uno de nosotros, para toda la sociedad chilena y especialmente para el gobierno de la Concertación.
Miño era un modesto trabajador que cayó en la desesperanza. Miño enfrentó durante años a la dictadura y al sistema que ésta engendró. Antes de quemarse vivo hizo una carta en que acusaba a la democracia, que se esmeró en construir, por su incapacidad para darle empleo y ayudarle a superar la asbestosis que la empresa Pizarreño le provocó a él y a su padre.
Responsabilizó a los grandes empresarios por el drama de la cesantía y al gobierno por su incapacidad fiscalizadora en el creciente deterioro de las condiciones de trabajo de los asalariados. Su carta expresaba además rabia contra una globalización, aplaudida por los poderes del país en medio de la acentuación de las desigualdades sociales.¿Para qué seguir viviendo? Las certezas de este militante comunista se habían acabado hace algún tiempo y las esperanzas que había abierto la democracia se le esfumaban dia a dia.
Su carta testamento terminaba diciendo “ mi alma que desborda humanidad ya no soporta tanta injusticia”. Su carta dice que no vale la pena vivir en un sistema económico en que el ser humano se ha convertido en una cosa. Ni la reducción de los salarios, mediante la flexibilización del empleo, ni el crecimiento, a cualquier costo, son los caminos para construir el Chile que anhelamos. Los trabajadores de nuestro país se merecen algo más.
La perversa tesis de que los asalariados debieran aceptar cualquiera condición impuesta por los empresarios porque así lo exige el mercado y la globalización conduce inevitablemente a la tragedia. Tampoco basta con el crecimiento para resolver nuestros problemas, ya que el empleo no se está generando automáticamente. Basta de historia y de cuentos. Crecimiento sin empleo no es desarrollo. Crecimiento sin protección de los trabajadores y del medio ambiente no es desarrollo. Crecimiento con desigualdades no es desarrollo.
El suicidio de Eduardo Miño no remeció las conciencias porque la desesperanza individual no reemplaza a la lucha social. Por estas razones es que la CUT convocó al paro del 13 de agosto, persistiendo en una lucha necesaria. No contra el gobierno sino contra la injusticia en las relaciones laborales, los empleos precarios, la impunidad ejercida por los grandes empresarios y el vínculo privilegiado que las autoridades gubernamentales le otorgan a éstos por sobre los trabajadores y los pequeños empresarios.
También el suicidio de Miño es un testimonio de que la salud en Chile se ha convertido en un negocio que atenta contra los pobres. El mal trato que recibió Miño tanto por los dueños de Pizarreño como por la propia mutual de seguridad es la expresión manifiesta de que sólo los enfermos que tienen dinero se aseguran de no terminar condenados a la tramitación o al olvido.
La salud convertida en fuente de ganancias para empresarios inescrupulosos y una regulación medioambiental incierta es la que afectó la salud de Miño e impidió su recuperación. Es la misma que condena al 70% de los chilenos a una salud precaria y a la incertidumbre que significa una enfermedad catastrófica.
El último acto de lucha de Miño, su suicidio, sólo podrá convertirse en victoria para la sociedad chilena si las organizaciones de trabajadores se fortalecen, si prevalece la lucha y no la desesperanza. Es meritoria la persistencia de la CUT en la defensa de los trabajadores en contra de todos los poderes del país, los formales y los fácticos.
Por ello es que el gobierno de la Concertación debiera colocarse del lado de los trabajadores y recoger con respeto sus demandas. Ello significa apoyar la reivindicación de una efectiva protección laboral y promover la negociación colectiva. Ello significa también enfrentar radicalmente un sistema de salud que hace agua por los cuatro costados, mientras las ISAPRES llenan con edificios modernos las avenidas del barrio alto. Ello exige que los empresarios medianos y pequeños, que son los que dan la mayor parte del empleo, no sigan siendo estrangulados con tasas de interés usureras, mientras las ganancias de la banca se multiplican varias veces.
Si no nos replanteamos la estrategia de desarrollo de Chile, colocando al ser humano en su centro, la inmolación de Miño habrá sido en vano. Por ello hay que valorar la movilización de la CUT , que hace renacer las esperanzas de los trabajadores chilenos y de todos aquellos que anhelan una sociedad en la que exista empleo, salarios dignos, protección a los trabajadores y una efectiva igualdad en la salud y la educación.
13-08-03
No hay comentarios:
Publicar un comentario