lunes, 22 de noviembre de 2010

Desafío externo de Bachelet

El programa internacional de Michelle Bachelet ha colocado en el centro de sus preocupaciones a la región latinoamericana, con énfasis en el estrechamiento de vínculos con los países limítrofes. Así lo propusieron también los anteriores gobiernos de la Concertación, aunque en los hechos predominó una política lejana al diseño programático. 

Sin embargo, a la Presidenta electa le será ineludible implementar rigurosamente la prioridad latinoamericana que caracteriza a su propuesta internacional. En caso contrario, es probable que se multipliquen nuestras dificultades en el entorno regional con costos incalculables para el nuevo gobierno y el país.

El panorama económico y político de Sudamérica ha experimentado un vuelco notable en años recientes, que se expresa en una resistencia al neoliberalismo y a la política norteamerica en la región. 

Desde el inicio el gobierno de Lula se ha esforzado por afirmar la integración sudamericana, lo que ha clausurado el ALCA en los términos exigidos por el gobierno norteamericano. 

El gobierno de Kirchner impuso sus propios criterios para resolver la grave crisis de la deuda argentina, doblándole la mano al FMI. 

La emergencia de Tavaré Vasquez en Uruguay ha ayudado a consolidar el Mercosur, superando las vacilaciones del ex Presidente Batlle. 

Chavez ha desafiado la política de los EE.UU. en casi todos sus frentes. 

El triunfo abrumador de Evo Morales en Bolivia ha colocado en cuestión el poder de las transnacionales del gas y la política norteamericana sobre el narcotráfico. 

Finalmente, el nuevo cuadro electoral peruano ha sorprendido con la emergencia de Ollanta Humala como opción posible para asumir la presidencia de su país.

La política de inserción internacional de Chile y su estrategia económica muestran una clara diferenciación con el que predomina en los países del entorno regional, lo que obligará a un superior esfuerzo para alcanzar mayores entendimientos con los países vecinos. 

Simultáneamente, el abrumador triunfo electoral de Evo Morales coloca una dificil disyuntiva: recomponer las relaciones con Bolivia en una agenda amplia o, alternativamente, enfrentar la acentuación de los conflictos bilaterales. 

Al mismo tiempo, la eventualidad de un triunfo electoral de Humala plantea incertidumbres a nuestras ya difíciles relaciones con Perú.

Así como la democracia valora la existencia de distintos partidos políticos y de variadas concepciones ideológicas, la convivencia entre los países se funda en el respeto a la libre determinación de los pueblos y en el reconocimiento a gobiernos y estrategias económicas de signos diversos. 

En este entendido, nuestras diferencias obligarán a poner mayor acento en la dimensión política de nuestra proyección internacional, con un perfil más proactivo y realista para enfrentar los temas regionales y las relaciones bilaterales. 

De esta manera, el gobierno Bachelet enfrentará el desafío de conservar los activos logrados por nuestro país en los últimos años, pero al mismo tiempo deberá impulsar un decidido esfuerzo de convergencia política e integración económica con el resto de Sudamérica. 

Así las cosas, nuestras diferencias no debieran convertirse en obstáculos para construir las mejores relaciones de cooperación, convivencia pacífica y progreso económico con los países de la región.

18-01-05

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